El actual ministro de salud chileno, en declaraciones que dio en
respuesta al emplazamiento de una importante cantidad de alcaldes, el
miércoles 22 del presente mes, se defendió usando, en parte, el
ejemplo del supuesto comportamiento de “cualquier” médico con su
paciente. En este ejemplo Mañalich menciona que no tiene ninguna
importancia de si el médico tratante es una persona simpática o
pesada, sino que lo relevante es su efectividad como técnico
cirujano, es decir, que “haga la pega o no”. En cualquier
actividad o trabajo que involucre relaciones humanas directas, la
empatía y el temple moral siempre serán relevantes, pues la
relación con lo social nunca es estrictamente una respuesta o
solución técnica, sino que, en gran medida, siempre estará mediada
por las subjetividades, dentro de las cuales lo emotivo juega un rol
clave. La justificación que da el ministro es la de alguien que
piensa el funcionamiento humano, social y político como una especie
de maquinaria, donde los engranajes y la relación con quién los
arma o repone no tienen importancia ético-relacional. Como político
de derecha, y “creyente” en el sistema capitalista, nos muestra
una deficiente performance en lo que concierne al propio capitalismo
contemporáneo, pues dos de los atributos que se refuerzan hoy en
este sistema (al menos en el intento de los llamados países del
primer mundo) son la venta del bienestar, la felicidad consumible y,
más antiguo aún, en las bases mismas del liberalismo: la
naturalización del mecanismo socio económico. Él, como parte de
los gobernantes actuales, piensan en la relación binaria (dialéctica
inversa) de las reflexiones de siglos atrás con respecto a la
naturaleza como un instrumento técnico al servicio del humano. Es el
famoso pensamiento, que maduró en el siglo XVIII (en Europa),
denominado como “razón instrumental”, con su ápice histórico
en la Ilustración. Los y las pensadoras liberales, en general,
continúan teniendo una fuerte tendencia ilustrada en sus
argumentaciones; los gobernantes, es decir, los políticos de turno
actuales, son funcionarios de este tipo de razón. Todo esto, aun
cuando el proyecto ilustrado nos haya dado de bruces con su fracaso
moderno en tanto instrumentalización de la vida (no solo humana),
sin embargo continúa en el repertorio del manual de uso de los
capitalismos y modernidades tardías como las que vive Chile.
Las y los trabajadores, activistas, pensadores, artistas, y toda la
contención social de un pueblo que intuye con energía desbordante
la necesidad de ese cambio de realidad son lxs que intentan
vincularse a las transformaciones de este tipo de subjetividades. Lxs
gobernantes (y no solo lxs actuales) continúan con su forma
aprendida y maqueteada. Incluso en una urgencia sanitaria mundial
continúan con calculadora en mano trazando pos y contras políticos
en beneficio de una gestión. Como este gobierno se ha caracterizado
en ser muy torpe, comunicacionalmente, ha podido dejar en evidencia
demasiadas contradicciones e incluso mentiras, las cuales
desconocerlas no tienen base alguna.
En esta columna apelo al espíritu de las vanguardias en la
creatividad de acciones de cambio de mundo, transgrediendo,
incomodando, cambiando el eje de lo normal, de los órdenes
encarnados en la piel de nuestras madres, padres y abuelxs. No al
cálculo de suma y resta para ver cuál es la cantidad aceptable de
muertes (sobre todo de adultos mayores) para el menor detrimento
posible de la economía.
Es muy probable que la agroindustria desmedida del actual sistema
haya desencadenado la actual pandemia, la creciente necesidad
innecesaria del dinero. Incluso Weber, tomando reflexiones del pleno
siglo XVIII de Franklin, puede apreciar principios de lo que
entendería como la nueva mentalidad económica que se genera en la
modernidad. Weber ve en los textos de Franklin ese principio mental
donde se genera el ganar dinero como un deber moral, es la nueva
ética. La felicidad y los placeres vinculados al hecho de vivir
serían inmorales considerando el hecho de la importancia fundamental
de la adquisición monetaria, donde se ha aprovechado hasta el
cansancio la frase “el trabajo dignifica al hombre”, cuando ha
sido el mismo trabajo asalariado, en la gran mayoría del planeta, el
que ha degradado la condición de felicidad en el humano. El consumo,
el vivir un poco más que antes, el poder comprar cosas que antes
eran privilegio de las posiciones burguesas, etc., no nos ha acercado
al bienestar que conduce a la felicidad y el equilibrio de un mundo
para con las condiciones de ella. Incluso el hedonismo, el cual se
entiende, muy apresuradamente, como un sinónimo de individualismo
negativo, es una de las ramificaciones del eudemonismo, el cual
dividía tipos de placeres (básicos y profundos). Aristóteles fue
uno de sus exponentes más relevantes en las reflexiones en torno a
la búsqueda de la felicidad a través de la política, a pesar de
ser hijo de su era en lo que concernía a la normalización de la
esclavitud. Pero es con la muerte del feudalismo que el esclavo
pasará, gradualmente, a ser otro tipo de esclavo asalariado: el
ciudadano.
En este derrotero quisiera volver al comienzo del texto de esta
columna, y mencionar mi profunda preocupación por quienes están
tomando decisiones por tdxs nosotrxs y apelando a “nueva
normalidad”, frase que había sido ocupada en las calles en las
protestas, pero que, en el buen sentido, es declamar por un cambio en
las normas, pero que este gobierno la incorpora como una forma de
volver a las normas de antes del estallido social, con más
restricciones aprovechadas de la salud de todo un país. Siento
necesario insistir en el actual ministro de salud (no es solo él, es
todo el gobierno de turno), el cual, recordemos, por favor, en el
2011 adulteró las listas de espera de los hospitales (cuando también
era ministro de salud del primer gobierno de Piñera), Contraloría
demostró la reducción falsa que se realizó desde el ministerio. Me
pregunto, y les pregunto: ¿Alguien que comete algo así, puede ser
designado a un cargo público de importancia en el Estado? No me
extrañó, pero si molestó bastante, cuando acusa, el martes 21 de
este mes, a los alcaldes de no cumplir con la vacunación de niños
en los colegios, cuando fue el mismo sub departamento de atención
primaria del servicio de salud del ministerio quién dio la orden de
dejar de vacunar a los estudiantes para privilegiar a carabineros,
militares y bomberos, aduciendo que los niños podían esperar
mientras se encuentren en vacaciones adelantadas. No voy a exponer mi
acuerdo o desacuerdo con esta medida. Mi punto es que una vez más
miente como político de la vieja escuela que apela al olvido fácil
de la población.
En la fragmentación del mencionado derrotero de los saltos en los
párrafos de esta columna, también vuelvo a la apelación de quienes
ya no aceptamos el mundo de estos señores y señoras antiguas que,
hijos e hijas de una historia que cayó a pedazos, intentan mantener
sujeta en profundo detrimento de la gran mayoría de todo el resto.
La desobediencia es una herramienta política (como la de los
espíritus que quedaron encadenados de las vanguardias del siglo XX
de la década de los 60). Personas con pensamiento tecnocrático
instrumental no te ven como uno de ellxs, sino como un uso para su
propia infelicidad de acumulación simbólica (política) y
monetaria. No son expertos, son simples políticos de turno. Pienso
que, incluso, lxs que creen intelectualmente en este tipo de sistemas
de vida no alcanzan a ver la real y enorme catástrofe en que hemos
estado y a la que conducimos la vida.
Están diciendo: vuelvan al frente de batalla, vayan a pelear por
nosotros, los y las de primera línea y las y los más débiles
morirán como en todas las batallas, es normal en toda planificación
instrumental de la vida. Esto nos desencadena un importante momento
para desobedecer cuando te piden que tus hijos, en edad escolar, sean
el experimento de esos cálculos.
La protesta hoy (de una manera “invertida”) es la ausencia de los
cuerpos, es decir, el no estar en los lugares físicos que ordena la
autoridad. Este es un importante momento para la desobediencia civil.