Este domingo en la mañana me enteré, recién, de la muerte de Bernard Stiegler a sus 68 años. Nunca lo conocí, tenía la idea de tratar de gestionar una venida de él a Chile, pero ya es tarde para eso. Considero una gran pérdida la de este gran filósofo. Aún recuerdo, hace años atrás consultanto al profesor Celedón por el concepto de la “retención terciaria” (trataba de entenderla en inglés sin traductor y tenía algunos problemas con ello). Celedón, en un bar/café me conversó del concepto de manera rápida pero bastante clara. A partir de ahí he tratado de seguir sus pensamientos a través de sus textos. No podremos tener más volúmenes de “Técnica y Tiempo” que Stiegler pensaba continuar (es una lastima).
Pienso (con la modestia de alguien que recién lo estudia) en sus importantes contribuciones. Para Yuk Hui era un filósofo de la catástrofe, una, principalmente, de las tecnologías, las cuales son el principio de su aporte a esa nueva retención de las memorias a través de los dispositivos técnicos: la retención terciaria, la cual, siguiendo a Simondon, era una de las condiciones principales del proceso de individuación. Esta retención de la memoria la ponía, siempre en cuestionamiento crítico en relación a lo que denominaba “las industrias de la memoria”, lo que muchos filósofos precedentes tomarán como la posibilidad fatídica de la articulación del “saber” a través de la decisiones cada vez más adelantadas por los dispositivos de la memoria técnica por encima de la pregunta por el desconocimiento de las cosas. Es la fatídica incorporación de una “parasitación” tecnológica que se pone por delante de nuestros recuerdos.
Completando la “tarea” de Husserl sobre las retenciones primarias y secundarias, las cuales inicia ejemplificando sobre la imposibilidad de la retención de la memoria sin la modificación del pasado en el recuerdo de un “suceso”, la retención secundaria tendría una “disposición” de mayor libertad mental y sería, quizá, trascendente, pues entre la primaria y la secundaria existe una sucesión de secuencias, posiblemente, interminables de relaciones de interacción que hacen de la percepción un continuum que hace posible la relación de las memorias con los “fenómenos”. La terceridad stigleriana permitiría articular la compleja trama de una continuidad trascendental para Husserl sobre el recuerdo de lo que captamos, pero que se transforma constantemente a través de la repetición neuronal. Stiegler agrega la interesante, poderosa y conductora (no se si fatídica) retención terciara, la que, a través de los medios técnicos fija el reconocimiento de una regularidad en la experiencia de los recuerdos que haría posible dar cuenta de la conciencia en tanto temporalidad.
Parte de las cosas que me han marcado del autor son, obviamente su reflexiones filosóficas sobre la tecnología, la cual sería el soporte de la idea (idealidad), pues la “presencia perdurante” no existe en la sola oralidad. Esta debe ser emplazada técnicamente en “algo”, un algo que da acceso a idealidades constantemente reactivables hacia un origen. Y desde de aquí se podría entender la invención (el soporte de la idealidad), la cual, valga la redundancia, es el soporte “técnico” “del tiempo como tal”.
La informática, para él, era mucho más que lo que se podría entender como los soportes y aparatos (programas de hardwares, difusión en redes hipervinculares, etc.), sino también una explotación industrial de la información, la cual tendería a ser especulativa en tanto segrega en su principio activo conceptual, pues, si la información aumenta en cantidad de quienes la poseen, esta se devalúa, es decir, la informática, devenida de información, es uno de los principios de exclusión segregativa, pues, a partir de sistemas de control (ingeniería social), esta información es mediada y controlada para la distribución “jerarquizada” de qué cosas se informa uno(a) y de cuales otro(a) (lo que, quizá Ranciére llamaría la repartición sensible, pero que Stiegler la lleva a la conducción tecno-instrumental de los saberes a través de la tercerización -hoy digital- informatica-tiva).
No soy experto en Stiegler, y este breve texto es solo un homenaje a un pensador que me marcó ciertas posiciones de reflexiones en torno a como los aparatos técnicos determinan, “radicalmente”, lo que entendemos como lo que creemos ser, a través de una temporalidad técnica que vehicula nuestras decisiones retencionales.