27 abr 2020

Nueva (a)normalidad y desobediencia



El actual ministro de salud chileno, en declaraciones que dio en respuesta al emplazamiento de una importante cantidad de alcaldes, el miércoles 22 del presente mes, se defendió usando, en parte, el ejemplo del supuesto comportamiento de “cualquier” médico con su paciente. En este ejemplo Mañalich menciona que no tiene ninguna importancia de si el médico tratante es una persona simpática o pesada, sino que lo relevante es su efectividad como técnico cirujano, es decir, que “haga la pega o no”. En cualquier actividad o trabajo que involucre relaciones humanas directas, la empatía y el temple moral siempre serán relevantes, pues la relación con lo social nunca es estrictamente una respuesta o solución técnica, sino que, en gran medida, siempre estará mediada por las subjetividades, dentro de las cuales lo emotivo juega un rol clave. La justificación que da el ministro es la de alguien que piensa el funcionamiento humano, social y político como una especie de maquinaria, donde los engranajes y la relación con quién los arma o repone no tienen importancia ético-relacional. Como político de derecha, y “creyente” en el sistema capitalista, nos muestra una deficiente performance en lo que concierne al propio capitalismo contemporáneo, pues dos de los atributos que se refuerzan hoy en este sistema (al menos en el intento de los llamados países del primer mundo) son la venta del bienestar, la felicidad consumible y, más antiguo aún, en las bases mismas del liberalismo: la naturalización del mecanismo socio económico. Él, como parte de los gobernantes actuales, piensan en la relación binaria (dialéctica inversa) de las reflexiones de siglos atrás con respecto a la naturaleza como un instrumento técnico al servicio del humano. Es el famoso pensamiento, que maduró en el siglo XVIII (en Europa), denominado como “razón instrumental”, con su ápice histórico en la Ilustración. Los y las pensadoras liberales, en general, continúan teniendo una fuerte tendencia ilustrada en sus argumentaciones; los gobernantes, es decir, los políticos de turno actuales, son funcionarios de este tipo de razón. Todo esto, aun cuando el proyecto ilustrado nos haya dado de bruces con su fracaso moderno en tanto instrumentalización de la vida (no solo humana), sin embargo continúa en el repertorio del manual de uso de los capitalismos y modernidades tardías como las que vive Chile.

Las y los trabajadores, activistas, pensadores, artistas, y toda la contención social de un pueblo que intuye con energía desbordante la necesidad de ese cambio de realidad son lxs que intentan vincularse a las transformaciones de este tipo de subjetividades. Lxs gobernantes (y no solo lxs actuales) continúan con su forma aprendida y maqueteada. Incluso en una urgencia sanitaria mundial continúan con calculadora en mano trazando pos y contras políticos en beneficio de una gestión. Como este gobierno se ha caracterizado en ser muy torpe, comunicacionalmente, ha podido dejar en evidencia demasiadas contradicciones e incluso mentiras, las cuales desconocerlas no tienen base alguna.

En esta columna apelo al espíritu de las vanguardias en la creatividad de acciones de cambio de mundo, transgrediendo, incomodando, cambiando el eje de lo normal, de los órdenes encarnados en la piel de nuestras madres, padres y abuelxs. No al cálculo de suma y resta para ver cuál es la cantidad aceptable de muertes (sobre todo de adultos mayores) para el menor detrimento posible de la economía.

Es muy probable que la agroindustria desmedida del actual sistema haya desencadenado la actual pandemia, la creciente necesidad innecesaria del dinero. Incluso Weber, tomando reflexiones del pleno siglo XVIII de Franklin, puede apreciar principios de lo que entendería como la nueva mentalidad económica que se genera en la modernidad. Weber ve en los textos de Franklin ese principio mental donde se genera el ganar dinero como un deber moral, es la nueva ética. La felicidad y los placeres vinculados al hecho de vivir serían inmorales considerando el hecho de la importancia fundamental de la adquisición monetaria, donde se ha aprovechado hasta el cansancio la frase “el trabajo dignifica al hombre”, cuando ha sido el mismo trabajo asalariado, en la gran mayoría del planeta, el que ha degradado la condición de felicidad en el humano. El consumo, el vivir un poco más que antes, el poder comprar cosas que antes eran privilegio de las posiciones burguesas, etc., no nos ha acercado al bienestar que conduce a la felicidad y el equilibrio de un mundo para con las condiciones de ella. Incluso el hedonismo, el cual se entiende, muy apresuradamente, como un sinónimo de individualismo negativo, es una de las ramificaciones del eudemonismo, el cual dividía tipos de placeres (básicos y profundos). Aristóteles fue uno de sus exponentes más relevantes en las reflexiones en torno a la búsqueda de la felicidad a través de la política, a pesar de ser hijo de su era en lo que concernía a la normalización de la esclavitud. Pero es con la muerte del feudalismo que el esclavo pasará, gradualmente, a ser otro tipo de esclavo asalariado: el ciudadano.

En este derrotero quisiera volver al comienzo del texto de esta columna, y mencionar mi profunda preocupación por quienes están tomando decisiones por tdxs nosotrxs y apelando a “nueva normalidad”, frase que había sido ocupada en las calles en las protestas, pero que, en el buen sentido, es declamar por un cambio en las normas, pero que este gobierno la incorpora como una forma de volver a las normas de antes del estallido social, con más restricciones aprovechadas de la salud de todo un país. Siento necesario insistir en el actual ministro de salud (no es solo él, es todo el gobierno de turno), el cual, recordemos, por favor, en el 2011 adulteró las listas de espera de los hospitales (cuando también era ministro de salud del primer gobierno de Piñera), Contraloría demostró la reducción falsa que se realizó desde el ministerio. Me pregunto, y les pregunto: ¿Alguien que comete algo así, puede ser designado a un cargo público de importancia en el Estado? No me extrañó, pero si molestó bastante, cuando acusa, el martes 21 de este mes, a los alcaldes de no cumplir con la vacunación de niños en los colegios, cuando fue el mismo sub departamento de atención primaria del servicio de salud del ministerio quién dio la orden de dejar de vacunar a los estudiantes para privilegiar a carabineros, militares y bomberos, aduciendo que los niños podían esperar mientras se encuentren en vacaciones adelantadas. No voy a exponer mi acuerdo o desacuerdo con esta medida. Mi punto es que una vez más miente como político de la vieja escuela que apela al olvido fácil de la población.

En la fragmentación del mencionado derrotero de los saltos en los párrafos de esta columna, también vuelvo a la apelación de quienes ya no aceptamos el mundo de estos señores y señoras antiguas que, hijos e hijas de una historia que cayó a pedazos, intentan mantener sujeta en profundo detrimento de la gran mayoría de todo el resto. La desobediencia es una herramienta política (como la de los espíritus que quedaron encadenados de las vanguardias del siglo XX de la década de los 60). Personas con pensamiento tecnocrático instrumental no te ven como uno de ellxs, sino como un uso para su propia infelicidad de acumulación simbólica (política) y monetaria. No son expertos, son simples políticos de turno. Pienso que, incluso, lxs que creen intelectualmente en este tipo de sistemas de vida no alcanzan a ver la real y enorme catástrofe en que hemos estado y a la que conducimos la vida.

Están diciendo: vuelvan al frente de batalla, vayan a pelear por nosotros, los y las de primera línea y las y los más débiles morirán como en todas las batallas, es normal en toda planificación instrumental de la vida. Esto nos desencadena un importante momento para desobedecer cuando te piden que tus hijos, en edad escolar, sean el experimento de esos cálculos.

La protesta hoy (de una manera “invertida”) es la ausencia de los cuerpos, es decir, el no estar en los lugares físicos que ordena la autoridad. Este es un importante momento para la desobediencia civil.