1 ago 2018

Dime con que creadores y creadoras te juntas y te diré quién eres

La referencia que menciono en el título con respecto a “creadores y creadoras” es con respecto a cualquier oficio que requiera y no trabaje por prescindencia con respecto al término. En lo correspondiente a las artes plásticas y visuales (no entraré en detalles de distinción de estos términos en este texto) lo creativo ha devenido en un sinnúmero de variedades creativas y estéticas, las cuales no se debaten en torno a sus instanciaciones culturales, sociales y políticas. Partamos con una claridad histórica nacional: el Estado chileno nunca ha considerado a las artes como un valor de cambio material, tanto material en términos socio políticos, como material en tanto cambios sustentables económicos. Las artes se han considerado (desde escalas de precariedad, hasta proyectos de mayor envergadura) como subsidiarias del o los discursos políticos reificadores cortoplacistas, es decir, la formas en que se sustentan cierto tipo de complejidades decorativas de bajas prospecciones.

La situación de un museo “central”, como es el museo nacional de bellas artes, no escapa a lo que menciono antes. Existe cierto debate en torno a la precariedad laboral y administrativa interna, como si esta dependiera de individuos claramente identificados. Los y las funcionarias que han trabajado en este recinto saben que esas condiciones han existido desde que tienen memoria. Situaciones específicas de error o desidia y sus cambios inmediatos no solucionarán un problema que tiene complejidades variadas y que se sustentan en la cultura general de un país. El museo, en su abandono conceptual ni siquiera ha tenido claro que tipo de política curatorial le corresponde, pues en más de 20 años (casi 30) sus posición a oscilado entre lo que parece un museo bellas artes y uno de arte contemporáneo.

Volvamos al asunto cultural nacional. El proceder neoliberal no se le debe atribuir, solamente, a los dos gobiernos de Piñera, sino, también, a los 20 años de concertacionismo. Algunas personas podrán mencionar que uno es más duro que el otro, pero el principio es el mismo. Y en este principio las artes no son moneda de cambio real. Esa es la lógica y la ignorancia a la vez, y digo “ignorancia” pues un capitalista inteligente y culto sabe bien que el arte contemporáneo es una inversión monetaria de grandes proporciones. La inversión cultural lo saben las personas cultas progresistas.

Desde los principios oligárquicos hasta hoy la relación con el arte y la cultura, en este caso desde el museo al que hago referencia, no conllevan importancia Cultural (con mayúscula) nacional y menos internacional. Incluso aunque algunos historiadores de arte quisieran reivindicar su supuesto esplendoroso nacimiento, solo baste recordar que el mismo Anibal Pinto (bajo su fallida herencia ilustrada) fue el que sabía que dar educación al pueblo era de gran riesgo. La rentabilidad simbólica de ese entonces era sobre claras posiciones de estatus republicano en tanto emulación europizante de una mirada consagradamente educada que, obviamente, no consideraba al “vulgo”. Algo como el impresionismo no podía ser considerado, en se entonces, hasta que fuera “formalmente” reconocido por el principio totemizador de esa vieja Europa.

La rentabilidad hoy está separada por dos vertientes fallidas: la no sincera popularización de las artes y la cultura y la individualización de los artistas y agentes culturales aspiracionales. Aún así no es realmente rentable dentro de la ignorancia política, solo y si, en una leve retribución de campaña y pensamiento cortoplacista, en el cual la cantidad de artistas que están dispuestos a aceptar las migajas institucionales son bastantes, y aumentan. Una cultura en artes es imposible que se construya con seriedad ni siquiera en un mediano plazo, y esta realidad acarrea evidentes costos. No pocos y pocas podrán rebatirme apelando a que en las últimas décadas ha habido un aumento de asistencia a los museos y a otras instancias artístico culturales. Esto último no nos dice gran cosa si pensamos en los simples adoctrinamientos de las asesorías turísticas como modelo internacional. Santiago a estado aprendiendo de eso. Las cantidades que encarnan las mediciones no tienen asidero ni cercanía con la cualidad crítica de ese aumento.

El arte no le importa al Estado, no es visto como un agente de cambio simbólico (quizá ni siquiera entienden lo que es). El arte le importa cada vez menos a los artistas, los y las cuales crecen en número en los codazos y posicionamientos pseudo estratégicos. Aumenta el profesionalismo versus disminuye la cualidad de un sujeto integral, honesto e involucrado con su supuesta posición de agente creador de subjetividad rigurosa. Los términos: político, sociedad, cultura, nuevos medios, etc., son solo conceptos apropiados para ejercer modas en las que participa la estética traída de otras modas de bienales, e incluso incorporadas a algunas ferias. El artista es un pequeño obrero neoliberal peleando por un puesto, algunos con la ilusión de un éxito relativo y otros con el resentimiento y envidia con respecto a los primeros.

El modelo país, bajo la precarización de la institucionalización, acarrea sin plan consistente todos los vicios de estrategias precarizantes bajo consignas de cultura. Los principios históricos oligárquicos en los cuales se fundó el museo se mantienen, pero solo en críticos y periodistas parcializados con notas dominicales. Desde el regreso de la “democracia” la popularización de las artes ha sustentado la precariedad política y pésima educación de los agentes a cargo de las políticas culturales. Los y las artistas, desde estos períodos, que comienzan el intento de sistematización inscriptivo solo siguen la nostalgia de las primeras oligarquías puestas hoy en intentos de burguesía infructuosa. Mal camino, pues el acercamiento a la validación de esas posiciones es correr a los lugares de mayor ignorancia sobre las urgencias de un mundo. Pero como podrían saberlo?, si la precarización de sus miedos es el desaparecer sin reconocimiento, esto a costa de invisibilizar a quién se preste en el camino.


 La pauperización de lo laboral, la relación socio cultural de clases, las pseudo políticas ligadas al tema y muchos mas vicios correspondientes a una larga lista de invisibilizaciones que no se consideran si no son puestas a favor de la vitrina de los artistas y sus amigos (y/o el amigo estratega) ni siquiera son el alfiler de la punta del iceberg de la precarización fundante y re fundante del ejemplo que nos sucede en el primer museo de bellas artes de latinoamérica.