En el año 2007, el
entonces profesor de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV)
Jorge Martínez, junto con un grupo de estudiantes de la carrera de
música inician un proyecto de música desligado de la formación
académica que se estaba impartiendo en la malla. Martínez propone
el nombre de Tsonami, como idea o estrategia de pregnancia literal
ligada a una ciudad puerto. Este comienzo se iniciaba como una prueba
vinculada, principalmente, a la música contemporánea.
Al término de la primera
experiencia de Tsonami, Matínez deja el proyecto para seguir su
carrera académica en la Universidad de Chile y continuar con su
trabajo como compositor. Casi en forma paralela una importante
cantidad de egresados de la Facultad de Música que trabajaron en el
2007 viajan a Buenos Aires a realizar posgrados de música
“experimental”. A principio del 2008 solo quedan en el grupo 3
egresados de la PUCV, entre ellos Fernando Godoy. Casi a mediados del
mismo año conozco a Fernando, el cual me invita a formar parte del
proyecto. Lo que intentaba Godoy, en ese entonces, era compensar la
relación que tenía con los otros dos integrantes (que aún se
encontraban en Chile) quienes pretendían continuar con las pautas
del año 2007, las cuales, como se mencionaba antes, presentaban
inclinación a gran cantidad de música contemporánea e intentos de
trabajos electroacústicos. La influencia de estos dos integrantes
venía muy marcada por la formación académica (principio de
contradicción con el intento de deslinde que intentaba el espíritu
del proyecto).
Comienza el trabajo de
Tsonami 2008 con muy pocos recursos, pero integrando nuevas
estrategias formales y estructurales. Si bien la discusión era
intensa en la “contraposición” entre los “residuos académicos
formales” con los cuales resistían la mitad del equipo, por otra
parte estaba Godoy y quién escribe intentando vincular otras
experiencias -partiendo desde las formas- para ensayar y equivocarse
en lo que se denomina en el mundo -desde la década de los 90- como
arte sonoro. La definición es compleja (hasta el momento aún no
existe una, aunque si se ha extendido la multiplicidad de
posibilidades).
2009 fue el último año
en que Tsonami convivió con la música contemporánea y lo
electroacústico en su sentido “formal”. Con muchas presiones y
tensiones se lograba repetir, con más solidificación que el año
anterior, las propuestas de emplazamientos públicos y vinculación,
por el momento, con trabajadores y autores inter y
multidisciplinarios. Al no establecer un parámetro, no llevar
bitácoras, ni balances, se hacía aún más difícil “definir”
un concepto como el que se establecía con más fuerza, a pesar de un
no esclarecimiento “formal” al interior y al exterior de lo que
se llamaba, hasta entonces, Encuentro de Arte Sonoro. Debido a la
presión, y dificultades internas, ese año, al terminar el
“encuentro” me retiro del equipo. No me entero que ocurre en el
proyecto hasta que en año 2010 asisto a la inauguración de Tsonami.
Este había cambiado su nombre “encuentro” a “festival”. La
inauguración, y gran parte de las actividades de ese año se
realizaron en una sala en desuso que se encuentra al lado de la sala
Puntangeles. Me reencuentro con Fernando, quién me pone al tanto, en
forma muy rápida, de lo que había ocurrido desde mi partida a fines
del 2009: el resto del equipo también se había retirado; campo
abierto y “libre” para que Godoy pueda intentar ensayar, desde lo
práctico, las experimentaciones que estábamos conversando desde el
2008, pero que no se lograban del todo por la resistencia de la otra
mitad del equipo. Ese año, con escasísimos recursos económicos,
Tsonami inauguró con un homenaje a la obra “Rainforest”
de
David Tudor. La baja presupuestaria de ese año no impidió a Godoy,
y el nuevo equipo que estaba formando, realizar una muy digna y bella
(re)presentación de la obra de Tudor. Me
alegré bastante de que el proyecto continuara, a pesar de lo
apretado del presupuesto. Mi alegría me llevó a intentar colaborar
en pequeñas cosas, esto propició una buena relación
comunicativa con Fernando. Entrando el año 2011
pude colaborar más aún en lo que, a partir del 2010 se
emplazaba con determinaciones verticales; entonces mi ingreso como
intento de colaboración para la realización del festival que se
venía (2011) era colaborando con el nominado director. En ese
entonces las conversaciones e investigaciones en torno al concepto
que se intentaba trabajar se pusieron más en el tapete. Sabíamos
que la complejidad de la definición empapaba la discusión positiva.
Comenzaba fuertemente una nueva etapa de Tsonami, gracias a la
inflexión del 2010: el arte sonoro en el festival, sin saber a que
límites llegaba, comenzaba a saber que instancias no lo alcanzaban
o, mejor dicho, que riesgo decisional se comenzaba a tomar para
arriesgar un marco “determinador”.
2012
y 2013 el pulso conceptualiza temáticas de principios de pruebas
curatoriales. El festival deriva en organización y con la pujante e
insistente estructuración de Rodrigo Ríos como productor, sumado a
las entradas económicas ganadas en fondos concursables del estado,
Tsonami se emplaza con fuerza en Valparaíso, Chile
y latinoamérica. El fantasma continuaba: arte sonoro era y es
(siempre en el contexto) un híbrido articulador que se reformula a
través de lo llamado “nuevos medios” en las artes contemporáneas
integradas. No podía atribuirse el término dentro de la
organización a una disciplina, ni a múltiples, sino a una mezcla de
todas las posibles que, de una forma u otra, práctica, virtual,
conceptual o investigativamente, tomaran
o abarcaran el sonido en sus múltiples posibilidades para trabajar
dentro del concepto de arte, siendo este último, en su
contemporaneidad compleja, un puente albergador e incidente con
respecto a las denominaciones disciplinares modernas que no
categorizan en la academia de lo entendido como arte formalmente. Si
bien las vanguardias del xix y xx en europa ya tensionaron estos
“campos”, la reificación de las mismas (mal estudiadas) hasta
fines de la década de los 90 las
acomodó a los intereses, extrapolaciones y elongaciones, muchas
veces antojadizas y arbitrarias, que llevaron a lo que se suele
llamar como el “histerismo inscriptivo”. Principios
del siglo xxi se pueden observar nacientes actualizaciones y formas
que retoman cierto
espíritu
de las vanguardias en su experimentación cualitativa socio político,
técnico en los usos y su insistencia académica en
la
importancia “histórica” y retroactiva en pos de posibles nuevas
diacronías atingentes dentro de una coyuntura en construcción. Los
antecedentes musicales del arte sonoro son multidisciplinares aún;
la inflexión ocurre cuando la indeterminación positiva de lo
“trans” genera “nuevos” hacedores, a los cuales, cada vez
más crecientemente, les cuesta o incomoda mucho denominarse o
definirse, pues no todos son estudiantes de arte (como formación);
pero lo que si los une en un proyecto en común: el sonido y las
múltiples relaciones y vinculaciones aurales, desde y hacia una
posible estetización en constante construcción; evidentemente
lo político es parte de la discusión, pero sería apropiado otro
artículo.
Mi
trabajo en el equipo me ha interesado concentrarlo, cada vez más, en
el aparato editorial, el cual, en todos los años de vida del
proyecto, no se había articulado. Hoy, comenzando el festival 2014,
comenzamos a desarrollar e integrar la reflexión editorial en
experimentaciones que se vendrán a discutir prontamente dada la
naciente prueba de relaciones discursivas que nos invitarán a
ambicionar estructuras de editorialidad ampliadas o desplazadas. No
me adelantaré, aún, en este punto en este artículo. Mencionar,
sin embargo, que uno
de los ejercicios de esto último es la publicación del primer
número de la revista de arte sonoro y cultura Aural titulada
“Sonoridad y Poder”; el segundo número titulado homónimamente
con el nombre del festival es “Geografías Audibles”, el cual
esperamos lanzar a principios de enero.
Como suelo mencionar, en forma simple: sumando y restando todos los pro y contras conceptuales del proyecto, envío, desde mi blog un gran saludo a mis colegas Fernando Godoy, Rodrigo Ríos y a todos quienes han participado y trabajado, en el comienzo de nuevas etapas de Tsonami, el cual ya inicia su nueva versión este año.
Como suelo mencionar, en forma simple: sumando y restando todos los pro y contras conceptuales del proyecto, envío, desde mi blog un gran saludo a mis colegas Fernando Godoy, Rodrigo Ríos y a todos quienes han participado y trabajado, en el comienzo de nuevas etapas de Tsonami, el cual ya inicia su nueva versión este año.