Se pueden decir muchas cosas con respecto a la trienal de arte de chile (que en principio era de santiago). Hay varias formas de enfocar análisis con respecto a esta gestión. En este texto lo haré desde como se han dado las cosas hasta ahora en las presentaciones públicas y en parte de los coloquios.
Una de las cosas novedosas que se pueden apreciar, en el intento de la gestión, es la vinculación con espacios y grupos “autogestionados” que intentan trabajar desde la desvinculación institucional y fuera de los parámetros de políticas culturales generales. Sin embargo, pareciera que fuera la gestión de algo por convenir, es decir, no la ocupación integrada de interés “real” involucrado, sino la que se muestra en el catálogo o en el currículum internacional, pues es clara la creciente tendencia (y muchas veces “moda”) de las artes independientes, y las vinculadas a lo social en partes del mundo, las cuales empiezan a ser consideradas (latinoamérica es un enclave). En chile es algo lentamente creciente, pues los grupos que trabajan en campos relacionados con el “trabajo social”, o vinculados a políticas relacionales tienen un vacío en lo que respecta a comprensión de arte contemporáneo duro, y quienes investigan o se interesan por las artes contemporáneas han tenido una precariedad en lo correspondiente al trabajo social “real”. Si bien hay grupos que lo han intentado, es más una anécdota semiótica y/o semántica más que el trabajo “sincero”.
Bueno, los nuevos grupos jóvenes (que en su mayoría son de provincia) aún manejando cierta aprovechamiento de la precariedad en varios aspectos conceptuales relacionados con análisis contemporáneos, han realizado una labor que la trienal pretende capitalizar en el papel. Digo en papel, pues si alguno de los que lee esto asistió a parte de los coloquios sabrá que no existió una puesta en cuestión reflexiva y de comunicación (comunión) más que la exposición tradicional de lo que se ha hecho y lo que no se ha hecho, aplausos, un par de preguntas y opiniones y todos para la casa (excepto los pequeños grupos ya interrelacionados y familiarizados que se juntan a comer, o reuniones supuestamente públicas y no avisadas a mucha gente... una especie de exclusividad contradictoria con el mismo supuesto espíritu que plantearía la trienal para una plataforma internacionalista).
No se ha discutido el problema mismo del arte en nuestra contemporaneidad y en nuestros lugares, solo se ha revuelto la necesidad del arte en diferentes nuevos contextos y al margen de ciertas cuestiones, y la capacidad política del mismo para con ejercicios de trabajos de algunas individualidades y colectivos, etc. pero no la revisión exhaustiva de las condiciones y preguntas en torno a la necesidad y el replanteamiento de las artes hoy en el mundo a partir de una mirada o propuesta desde este territorio. Es una trienal internacional no?.
En este contexto, en chile aún se siguen sintiendo los intereses reducidos a segmentos que, en la medida de las posibilidades, pluralizan el debate, por lo menos en la práctica de integración al mismo, pues las discursos que infunden “nuevas” miradas reflexivas, en la práctica segmentan la participación, provocando cierto deseo de reducción hacia elite (por lo menos en la ilusión política). O lo que llaman algunos candidatos presidenciales como elite de especialistas, lo que sería en la historia del capitalismo, que el chileno adopta muy bien, el privilegio de ciertas áreas de consumo. Bueno, esto se nota de sobremanera en lo precario del debate abierto en la organización de la trienal, pues si existieron otros encuentros donde pudieron haberlos, aparte de los convocados públicamente, estos no tuvieron la intención de democratizarse, sino por el contrario, de exclusivizarse en las ilusiones de la especialización actualizante.