1 dic 2014

Festival internacional de arte sonoro Tsonami

En el año 2007, el entonces profesor de la Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) Jorge Martínez, junto con un grupo de estudiantes de la carrera de música inician un proyecto de música desligado de la formación académica que se estaba impartiendo en la malla. Martínez propone el nombre de Tsonami, como idea o estrategia de pregnancia literal ligada a una ciudad puerto. Este comienzo se iniciaba como una prueba vinculada, principalmente, a la música contemporánea.

Al término de la primera experiencia de Tsonami, Matínez deja el proyecto para seguir su carrera académica en la Universidad de Chile y continuar con su trabajo como compositor. Casi en forma paralela una importante cantidad de egresados de la Facultad de Música que trabajaron en el 2007 viajan a Buenos Aires a realizar posgrados de música “experimental”. A principio del 2008 solo quedan en el grupo 3 egresados de la PUCV, entre ellos Fernando Godoy. Casi a mediados del mismo año conozco a Fernando, el cual me invita a formar parte del proyecto. Lo que intentaba Godoy, en ese entonces, era compensar la relación que tenía con los otros dos integrantes (que aún se encontraban en Chile) quienes pretendían continuar con las pautas del año 2007, las cuales, como se mencionaba antes, presentaban inclinación a gran cantidad de música contemporánea e intentos de trabajos electroacústicos. La influencia de estos dos integrantes venía muy marcada por la formación académica (principio de contradicción con el intento de deslinde que intentaba el espíritu del proyecto).

Comienza el trabajo de Tsonami 2008 con muy pocos recursos, pero integrando nuevas estrategias formales y estructurales. Si bien la discusión era intensa en la “contraposición” entre los “residuos académicos formales” con los cuales resistían la mitad del equipo, por otra parte estaba Godoy y quién escribe intentando vincular otras experiencias -partiendo desde las formas- para ensayar y equivocarse en lo que se denomina en el mundo -desde la década de los 90- como arte sonoro. La definición es compleja (hasta el momento aún no existe una, aunque si se ha extendido la multiplicidad de posibilidades).

2009 fue el último año en que Tsonami convivió con la música contemporánea y lo electroacústico en su sentido “formal”. Con muchas presiones y tensiones se lograba repetir, con más solidificación que el año anterior, las propuestas de emplazamientos públicos y vinculación, por el momento, con trabajadores y autores inter y multidisciplinarios. Al no establecer un parámetro, no llevar bitácoras, ni balances, se hacía aún más difícil “definir” un concepto como el que se establecía con más fuerza, a pesar de un no esclarecimiento “formal” al interior y al exterior de lo que se llamaba, hasta entonces, Encuentro de Arte Sonoro. Debido a la presión, y dificultades internas, ese año, al terminar el “encuentro” me retiro del equipo. No me entero que ocurre en el proyecto hasta que en año 2010 asisto a la inauguración de Tsonami. Este había cambiado su nombre “encuentro” a “festival”. La inauguración, y gran parte de las actividades de ese año se realizaron en una sala en desuso que se encuentra al lado de la sala Puntangeles. Me reencuentro con Fernando, quién me pone al tanto, en forma muy rápida, de lo que había ocurrido desde mi partida a fines del 2009: el resto del equipo también se había retirado; campo abierto y “libre” para que Godoy pueda intentar ensayar, desde lo práctico, las experimentaciones que estábamos conversando desde el 2008, pero que no se lograban del todo por la resistencia de la otra mitad del equipo. Ese año, con escasísimos recursos económicos, Tsonami inauguró con un homenaje a la obra “Rainforest” de David Tudor. La baja presupuestaria de ese año no impidió a Godoy, y el nuevo equipo que estaba formando, realizar una muy digna y bella (re)presentación de la obra de Tudor. Me alegré bastante de que el proyecto continuara, a pesar de lo apretado del presupuesto. Mi alegría me llevó a intentar colaborar en pequeñas cosas, esto propició una buena relación comunicativa con Fernando. Entrando el año 2011 pude colaborar más aún en lo que, a partir del 2010 se emplazaba con determinaciones verticales; entonces mi ingreso como intento de colaboración para la realización del festival que se venía (2011) era colaborando con el nominado director. En ese entonces las conversaciones e investigaciones en torno al concepto que se intentaba trabajar se pusieron más en el tapete. Sabíamos que la complejidad de la definición empapaba la discusión positiva. Comenzaba fuertemente una nueva etapa de Tsonami, gracias a la inflexión del 2010: el arte sonoro en el festival, sin saber a que límites llegaba, comenzaba a saber que instancias no lo alcanzaban o, mejor dicho, que riesgo decisional se comenzaba a tomar para arriesgar un marco “determinador”.

2012 y 2013 el pulso conceptualiza temáticas de principios de pruebas curatoriales. El festival deriva en organización y con la pujante e insistente estructuración de Rodrigo Ríos como productor, sumado a las entradas económicas ganadas en fondos concursables del estado, Tsonami se emplaza con fuerza en Valparaíso, Chile y latinoamérica. El fantasma continuaba: arte sonoro era y es (siempre en el contexto) un híbrido articulador que se reformula a través de lo llamado “nuevos medios” en las artes contemporáneas integradas. No podía atribuirse el término dentro de la organización a una disciplina, ni a múltiples, sino a una mezcla de todas las posibles que, de una forma u otra, práctica, virtual, conceptual o investigativamente, tomaran o abarcaran el sonido en sus múltiples posibilidades para trabajar dentro del concepto de arte, siendo este último, en su contemporaneidad compleja, un puente albergador e incidente con respecto a las denominaciones disciplinares modernas que no categorizan en la academia de lo entendido como arte formalmente. Si bien las vanguardias del xix y xx en europa ya tensionaron estos “campos”, la reificación de las mismas (mal estudiadas) hasta fines de la década de los 90 las acomodó a los intereses, extrapolaciones y elongaciones, muchas veces antojadizas y arbitrarias, que llevaron a lo que se suele llamar como el “histerismo inscriptivo”. Principios del siglo xxi se pueden observar nacientes actualizaciones y formas que retoman cierto espíritu de las vanguardias en su experimentación cualitativa socio político, técnico en los usos y su insistencia académica en la importancia “histórica” y retroactiva en pos de posibles nuevas diacronías atingentes dentro de una coyuntura en construcción. Los antecedentes musicales del arte sonoro son multidisciplinares aún; la inflexión ocurre cuando la indeterminación positiva de lo “trans” genera “nuevos” hacedores, a los cuales, cada vez más crecientemente, les cuesta o incomoda mucho denominarse o definirse, pues no todos son estudiantes de arte (como formación); pero lo que si los une en un proyecto en común: el sonido y las múltiples relaciones y vinculaciones aurales, desde y hacia una posible estetización en constante construcción; evidentemente lo político es parte de la discusión, pero sería apropiado otro artículo.

Mi trabajo en el equipo me ha interesado concentrarlo, cada vez más, en el aparato editorial, el cual, en todos los años de vida del proyecto, no se había articulado. Hoy, comenzando el festival 2014, comenzamos a desarrollar e integrar la reflexión editorial en experimentaciones que se vendrán a discutir prontamente dada la naciente prueba de relaciones discursivas que nos invitarán a ambicionar estructuras de editorialidad ampliadas o desplazadas. No me adelantaré, aún, en este punto en este artículo. Mencionar, sin embargo, que uno de los ejercicios de esto último es la publicación del primer número de la revista de arte sonoro y cultura Aural titulada “Sonoridad y Poder”; el segundo número titulado homónimamente con el nombre del festival es “Geografías Audibles”, el cual esperamos lanzar a principios de enero. 

Como suelo mencionar, en forma simple: sumando y restando todos los pro y contras conceptuales del proyecto, envío, desde mi blog un gran saludo a mis colegas Fernando Godoy, Rodrigo Ríos y a todos quienes han participado y trabajado, en el comienzo de nuevas etapas de Tsonami, el cual ya inicia su nueva versión este año.