En Chile(1) el “entendimiento” del arte, anterior a la segunda mitad del siglo XX se presentaba desde las problemáticas que se habían generando en el siglo XIX en Europa. Desde la segunda mitad del siglo XX comienza una supuesta “actualización” en lo que respecta a lo que se podría entender como “arte moderno” o “contemporáneo”, sin embargo, esta actualización también nos remitía, y nos remite, a las consideraciones del establecimiento del “ver” que se instala paradigmalmente desde la conformación de contenidos europeos y parte de norteamericana. Sin caer en la ingenuidad del “desmerecimiento” del aporte de las vanguardias históricas, mi argumentación, en este texto, se concentra en la posible pregunta sobre la pertinencia del “territorio” en relación a los contenidos de referencias a emplear, o a asumir, como cuestiones en el intento del entendimiento, conocimiento y relaciones prácticas con respecto al mismo.(2)
La supuesta pertinencia del “territorio”, debo dejar en claro, no es una pretensión sentimental sobre lo local, ni de arraigamiento académico decimonónico. Es clara, y necesaria, en muchos aspectos, la incorporación lectural, conceptual, practica, y más, en el contexto comunicativo general de un mundo, desde una globalidad positiva de encuentro, pero no de pasividad crítica con respecto a la incorporación de paradigmas educados.
En mi libertad del desarrollo de escritura he aplicado términos como “identitario”, “territorio”, “centralidad”, “lenguaje”, “paradigma”, “inscripción”, “subjetividades”, “divergencia”, los cuales se conjugan como cuestionamiento de la ocupación de los mismos hacia la dislocación y encuentro de un propio suelo conceptual y práctico desde el campo del(as) arte(s).
Referencias y contexto generales
Varias características que se dan en lo que podría entenderse, o aplicarse como “arte contemporáneo” tienen hoy una ineludible vinculación con el lenguaje, el pensamiento y la acción que se genera como “darse cuenta” de la participación en conjunto en lo social y en las redes posibilitantes de políticas móviles y nómades. Las extensiones de lo visual (o el rol de las imágenes, como estudio) han llegado, desde varias convergencias, a la complementariedad multidisciplinar en lo que respecta a la utilización de los ejercicios para el intento del acercamiento a la “comprensión” subjetiva de nuestro entorno(3). Dentro de esta conjunción amplia, lo que corresponde al encuentro del pensamiento filosófico y las letras, se “integran”, reflexivamente, a los estudios visuales que se venían gestando en el “mundo moderno” (no debemos excluir las fructíferas relaciones que se dan con los estudios de la psiquis, lo social, lo arquitectural, etc.) Ahora bien, la integración de múltiples disciplinas complejizó lo que antes podía ser el abarcamiento de las “especificidades” de un intento fenomenológico “cerrado” y se extendió en tanto posibilidad subjetiva del arte como concepto de “identificación en un extenso sentido, o en una amplia gama de “saberes” convergentes. Sin embargo, todo este proceso experimental es configurado (aún) desde la perspectiva “centro-periferia”. Las problematizaciones “modernas”, sobre utilizadas y sobre pensadas, podrían verse, en este caso, como una especie de “resultado” de la constitución del “Otro” que menciona Dussel. Lo que pretendo decir es que aún en las manifestaciones de “experimentalidad” o laboratorio que se pueden ver, desde mediados del siglo XX, y hasta ahora, en nuestro territorio, correspondería a una mirada referencial “pasiva” en lo que respecta a los paradigmas acogidos para el establecimiento de las lecturas que se aplican como “búsqueda” de la posible pertinencia de lo “local” (en un sentido amplio), o mas radical y problemático aun: la compleja incorporación de lo “identitario” como herencia de territorio y sus consecuentes aplicaciones hasta hoy. Incluso si miramos el ejemplo de lo que plantea Kant o Heggel con respecto a la formación primaria del territorio de la colonización, es decir, el lugar periférico como comparatividad de una formación histórica dada (madurez = Europa) y el “Otro” como principio de establecimiento no formado (inmadurez = “América”), podríamos ver, aún hoy, esta misma comparación dual que se da en el seguimiento de esas referencias centralistas. En este aspecto la herencia colonial aún es ingente, y el contenido simbólico de los individuos sociales, como “sujetos”, siguen siendo, de formas más complejas y elaboradas, (como menciona Spivak) individuos sociales como “objetos”.
El “comportamiento” del mercado(4) tiene intrínseco dualidades de ejecución excluyentes, que se dan en el manejo de lo deslindado o lo excluido entre las personas, las relaciones con las mismas, y la alteridad (herencia y aplicación del Sujeto-Objeto). Se necesita, para el mantenimiento de este tipo de sistema, que exista el sometimiento de un explotado; una desigualdad de base “necesaria”. Esta situación genera una extraña respuesta del sometido que intenta (ilusoriamente) alcanzar la posición de quien lo somete, posible utopía de su propia posibilidad material (sublimada) y simbólica de la psiquis “identitaria” como descalce de la condición de realidad social económica, es decir, búsqueda de un posicionamiento matérico simbólico de su propia condición de sometido hacia una de sometedor, que sería de sí mismo (tal vez una especie de respuesta contemporánea de la relación dialéctica del amo y el esclavo, pero subvertida).
La doctrina de la conciencia de Heggel (como abstracta y posible potencia hacia un “desarrollo”), según Dussel se da en forma devastadora, es arrasante conceptualmente en lo que toca a América Latina, pues la “formación” que se gestaba en el territorio latinoamericano no correspondía a las características ya dadas (anteriormente), desde una historia conformada, como concepto europeo. Entonces, ¿de que manera o forma se inserta y recibe, “pasivamente”, la ideología de la percepción subjetiva del “encuentro” con el “mundo”? Uno de los caminos de entendimiento en lo que concierne a esto es con respecto al “desarrollo” ideológico de la lengua. Esta instauración ideológica se establecería como lo que se podría dar en el principio de la colonización sobre “la instalación de la mano de obra” (Marx), la cual se relacionaría (de una forma u otra) con los principios del entendimiento, imposición y “manipulación del contenido lingüístico. Uno de los importantes ejemplos se puede ver en la destrucción de lo que se denomina las ciudades “orgánicas”, que remitían sus nombres a la propia significación de su lenguaje (aztecas), remplazadas por la ciudad de la “letra”, en la cual (en un sentido Focaultiano) el signo se independiza de la significación.
Recordemos también que debido al predominio de la lógica lingüística, en la colonización, se instala la constitución del capital. Esta lógica lingüística constituye un código “universal” en contraposición a lo que son las hablas regionales. En este caso la generalización de los contenidos de influencia de las referencias centralistas también pasaba y pasa por una cuestión de adaptaciones hacia las forzadas necesidades (impuestas) de la economía, es decir, la integración a las “demandas” del movimiento general (“universal”) que se relacionan con la aceleración moderna en ese entonces.
Una de las cosas que quiero mencionar dentro de las posibles influencias que se dan para el mantenimiento de las referencias pasivas, con respecto a las “artes locales”, es sobre las “ilusiones de la identidad”. En Chile, particularmente, la relación con un intento de análisis local (o la posibilidad de esta) pasa por cuestiones de información y transformación de los contenidos subjetivos de lo identificable desde una, transculturalmente, extrema adopción foránea evidente. Las relaciones de una comparatividad sublimada (incluyendo los de adaptación de los sistemas de mercado) conducen hacia la extrapolación de una “identidad dirigida”, es decir, la que corresponde a la búsqueda de esa ilusión de lograr ser o acercarse a ese que aún se “mira” y es centro. En este caso, las ideas que plantea Balibar y Wallerstein con respecto al territorio “cerrado” donde se producen las ilusiones de la identidad (en el colectivo), como es el Estado o las conformaciones identitarias raciales, las extiendo para escribir sobre el campo generalizado que se nos presenta hoy sobre la posibilidad de hablar de “territorio identitario”. En este caso podemos ver una “extensible” formación de mirada referencial fuera de los posibles lugares locales, que a la larga sobrepasa y oculta esas mismas posibilidades de lugares, de una forma u otra los anula.
Ahora bien, la pregunta es, de qué manera (si es que es posible o pertinente aún) encontramos la identificación de nuestro territorio en lo cultural como manifestación de las subjetividades que podríamos conservar como raíz o presente. La respuesta es muy compleja, quizá imposible ya. Tal vez, una de las primera cuestiones que se podrían encaminar, dentro de nuestro campo (no cerrado), seria lo que concierne a la inscripción de los nominados artistas, o sea, dejar de vincularse comparativamente con respecto a las formas de lenguaje que se deben emplear para poder entrar en los reconocimientos internacionales, dejar de hacer esfuerzos para ese reconocimiento de algunas pequeñas historias de las artes chilenas por ejemplo. Sin embargo no planteo el cerrar los ojos a paradigmas ya instaurados que dan experiencias y experimentaciones necesarias, y tampoco negar nuestra condición "híbrida".
Sin embargo, la búsqueda de “pertinencia” de lo que nos corresponde es necesaria, más que la preocupación de la relación central de la mirada de actualización o reconocimiento, o posible supuesto fuera de la modernidad en el calce de la postura que se da por conveniencia, ignorancia, o miedo. Considero importante tratar de darnos cuenta, en forma eficiente y eficaz, de nuestras características como recibidores del comportamiento transcultural, en el sentido “impuesto”, y como trabajar el “Ver” de esto. Si bien ya somos parte del contenido global, podemos, quizás, en un sentido “glocal”, o desde otros “encuentros” mirar concentradamente nuestro proceso y plantearnos la respuesta (desde la idea), por ejemplo, sobre la factibilidad de lo moderno(5) (que ya no lo es en muchos aspectos) como menciona Canclini.
Es importante dejar en claro que no estoy en contra del encuentro y la aprobación internacional de las experiencias artísticas. Lo que planteo es sobre las ejecuciones paradigmales del ejercicio del ver en el sentido cualitativo, es decir, las que corresponden a la influencia de la formación de ideas de mirada de la posible comprensión de lo que somos o en lo que somos (darse cuenta de la relación y no la adopción pasiva); el campo de reflexión y acción que nos rodea y los soportes y herramientas que se desprendan de él. Muchos “creadores” adaptan sus mecanismos de ejercicios de comprensión para poder tratar de optar al reconocimiento e inscripción, y estas adaptaciones son, nada mas y nada menos, las que refieren a los poderes fácticos de las centralizaciones del mundo, y el “poder” psíquico y emocional que se educa y desprende de esto. Aquí la búsqueda de significaciones locales nos muestra los aceptados “mecanismos” de conformación del lenguaje (en su sentido amplio) de lo que aun hoy, en Latinoamérica, en Chile, es mirado dentro de lo que se estableció y establece como “historia universal”.
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Este texto pretende dejar una pregunta (que no es nueva) con respecto a la posibilidad de búsqueda de subjetividades “locales”, pero no dentro de un pensamiento regionalista, sino como alcances de interioridad subjetiva del supuesto territorio y su “identificación” (insisto, como pregunta). Esta búsqueda no es para el fraccionamiento de un local cerrado, sino la idea de encuentro característico de una localidad abierta, para hacerla partícipe, integrativamente, en los “cambios” cualitativos de un contexto de mundo en su posibilidad de abarcar convergencias en común. Esto es planteado, en el texto, desde el principio del territorio “específico” que se puede ampliar experiencial y comunicativamente (fácilmente entendible como “globalizar” en un buen sentido).
Los principios que se nos muestran como lo reconocible, dentro de las formaciones de las mencionadas subjetividades de la proyectividad, se dan desde una gran gama de aprendizajes centenarios de lo que corresponde a una estructura dirigida del pensamiento y el conocimiento. Si miramos el desarrollo de las subjetividades en su influencia decisional, con respecto a los contingentes movimientos del desarrollo de lo humano en sus aspectos de abarcamiento visual, se pueden ver una gran cantidad de direcciones en las perspectivas de reconocimiento, es decir, las “acomodaciones” de la identificación yoística. Esta supuesta identificación tiene esa relación con los componentes de las mencionadas ilusiones que se generan para autoafirmarse como entidad. El punto es que las articulaciones (sobre todo actuales) de los “mecanismos” de entrada, en las posibles identificaciones, se dan desde las relaciones de poder en el sentido hegemónico. Entonces las subjetividades se conforman generalizando y anulando las individualidades, es decir, globalizando las ideologías en favor de las potencialidades económicas centrales, y esto en detrimento de la posible interioridad particular o de sectores de características divergentes. Las posibles divergencias o diferencias de raíz quedan sobrepasadas, tapadas para llegar al “acomodamiento” de las interioridades de un conjunto general. Estas mismas divergencias se hacen débiles y fragmentarias al no reconocerse y trabajar entre ellas mismas, en cambio optan a la dialéctica del sometimiento educado. En este sentido la igualdad se nos presenta como un aspecto negativo.
Según Heidegger(6)aceptar “la carga de si mismo” es la cualidad en la cual nos acercamos hacia el “encuentro” de sí; anular o arrebatar esta carga es alejarla del encuentro de nosotros mismos. El sistema radical de mercado (repito, el que tiene que ver con el sistema económico actual) centralizador con las potencialidades de políticas añadidas “libera”, ilusoriamente, de la carga de si mismo a las personas, es decir, “ofrece” tomar el peso de esta carga, sustrayéndola y diversificándola en las relaciones del consumo (en la ilusión de ese consumo, pues, en muchísimos casos, en el mundo, ni siquiera se opta a él). Esta supuesta “liberación” es una extrema paradoja de enclaustramiento y “esclavitud” (que hoy se denomina ciudadanía), pues aleja consecutiva y progresivamente la posibilidad del “encuentro con sigo mismo”.
Es importante dejar en claro (aunque sea reiterativo) que las temáticas de “mercado” y las de territorialidad “local” son expuestas desde el planteamiento (utópico) de búsqueda identitaria (aunque se lea paradójico). Aún cuando el encuentro de esto no rinda resultados, el ejercicio de revisar nuestras características “cercanas” seria un movimiento necesario (incluso para la salida o el interés de comunicación y participación de las lecturas internacionales). En este punto quiero agregar que no cuestiono en radicalidad las incorporaciones en el lenguaje de la internación(alidad), no escribo de un aislamiento suicida en lo global, sino que planteo, si se quiere ver así, el accionarlo desde el ejercicio y trabajo del develamiento desde nuestras propias bases, las de conformaciones locales que nos caracterizan y que pueden caracterizarnos prospectivamente para las lecturas locales, y globales si es necesario. La reciprocidad de lo global, o sea, el intercambio general, en este caso es rico en experiencia, como atraer el trabajo del mundo actualizado a lo local, pero no de la manera pasiva de internación referencial, sino como verdadera comunicación entre interactuantes.
Toda esta generalización la he pretendido enfocar (rápidamente) hacia las determinaciones he influencias en lo que respecta a los enfoques de estudio y aplicación local (no localista) de las subjetividades, con la concomitante muestra de las percepciones de análisis culturales en general, no olvidando, según mi percepción, que los “análisis” de las estructuras culturales no son un participe integrado en lo que respecta a la relación de los pensamientos como contribución a los cambios sociales (esto viéndolo como si fueran cuestiones independientes), sino que la vinculación de estas estructuras culturales es dada, según creo, desde lo que corresponde a las potencialidades humanas en una integración abierta y también concentrada (de esos mismos cambios) hacia las respuestas y el encuentro con nosotros mismos como integridad de los sectores inmediatos en donde nos encontremos(7), y no como separación y necesidad de las partes fragmentadas.
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(1)O mejor, y más entendido como Santiago en este caso
(2)En este caso, la pregunta por la identidad, es, necesariamente en nuestro contexto, un análisis híbrido, contradictorio, y utópico. Sin embargo haré el comienzo de este aquí, brevemente, y con la libertad que me da escribir pauteos para ir desarrollando inquietudes, re revisadas y re replanteadas, pero desde una perspectiva tipo introductoria, hacia profundizaciones, que espero sean prácticas en algún momento, y más “extendidas” en textos posteriores.
(3)Y no solo del acercamiento, sino como posible herramienta simbólica para las maneras de provocar y ensanchar, cualitativamente, los alances de nuestra comprensión y nuevas amplitudes en las variables estéticas y estético políticas.
(4)El mercado “móvil” del sistema económico actual
(5) Lo moderno, en este caso como debate, es uno de los problemas, que no desarrollo como análisis acabado, por ser muy extenso para esta ocasión; y si no es el problema neurálgico en variados casos hoy, para el texto, lo planteo como punto generalizado de un tipo de campo que no se puede desconocer como herencia en la influencia que nos corresponde.
(6)Para este caso no considero el Heidegger de la “primacía de la instrumentalidad” como posible filosofía del poder.
(7)En este caso podría darse desde la micro política: habitación, barrio, amigos, contexto cotidiano de quienes nos rodean, etc. En la conjugación de esto y más (en sus distintas concentraciones y escalas de trabajo y ocio) es donde se podría gestar nuestra evidencia concentrada de territorio, y establecer con firmeza, para muchos casos, trabajos prácticos de divergencia sólida y perdurable.