Existe una tendencia, cada vez más considerada, que pone “en cuestión” la supuesta superación conceptual de un pensamiento generalizado, o una nominación histórica cercana, o cualquier paradigma o inclusión que se adopta y vive en un tiempo y contexto determinado en el mundo. Uno de los ejemplos es el prefijo “Pos”. El cuestionamiento crítico que se le hace a nominaciones o neologismos que pretenden “superar” un estadio anterior como el estructuralismo, el modernismo, o el materialismo y se les antepone el mencionado prefijo “pos(t)”, son ejemplos que ponen en cuestión la tendencia “actualizante” que menciono al principio.
Uno de los problemas generales de esto se puede apreciar, principalmente, en contextos latinoamericanos sobre la insistencia abarcadora de lo “moderno”, pues en el continente (de maneras variadas de acuerdo a los casos particulares de cada país y cada sector más específico) la modernidad es aún algo posibilitante, es decir, un alcance ligado al deseo, a la insistencia en su posibilidad de Ser, como forma de llevar a cabo una vida en conjunto en el mundo. Lo anecdótico (y paradójico) es que quienes aún pretenden el alcance de sus “beneficios” no son quienes más se preocupen u ocupen por ese posible mundo, sino que, por lo general, el deseo es bastante reducido y localista en sus alcances de incidencia.
Un ejemplo sencillo de esto se puede leer en el texto de Demian Schopf para el sitio Arte y Crítica, titulado Territorio y Patrimonio, donde el autor, en el párrafo cuatro, escribe, en forma bien general, la incidencia de lo moderno en el término pos-moderno. El menciona que quienes utilizan el término Pos, en este caso, lo hacen “sin saber que obrando así admiten la preciosa persistencia de lo moderno”. Quizás solo se refiera al campo limitado de las artes (o sea modernismo y no modernidad) y no a una movilización completa del fenómeno, pues, establecer como “preciosa” una persistencia así es darle un valor estético, desvinculado de la potencia de vida, a las bombas de Hiroshima y Nagasaki, por ejemplo; creer en la persistencia de las formas que no fueron utilizadas para un beneficio de la vida, sino para un beneficio de las estructuras que terminaron por tautologizarse (el ejemplo es extremo, como extremo es el cambio paradigmal, o mejor dicho referencial del principio “inestable” de la superación moderna). La separación moderna de las artes y de la modernidad histórica para mi hipótesis se funden, pues el modernismo estético de las vanguardias históricas (pre)fijaba una relación y realización análoga y cruzada con los procesos históricos materialistas de la modernidad como de lo moderno. No es menor la posterior institucionalización dura de las vanguardias; institucionalización de herencia de la modernidad; institucionalización que es la historia misma de la modernidad.
Primero, si Demian leyó a Wittgenstein (lo menciona en el mismo párrafo que cito) sabrá que en forma posterior al Tractatus (en las Investigaciones Filosóficas), el autor establece la importancia de los usos por sobre las significaciones en el lenguaje, por lo que, en principio, la utilización, en este caso, del término “Pos” no existiría como admisibilidad pasiva de la palabra que lo precede (Demian subestima a quienes lo utilizan mencionando que quienes lo hacen no saben la forma en que obran y que haciéndolo admiten, sin saber, la persistencia mencionada de lo moderno), más bien del concepto que lo precede, pues la ocupación de un cambio de pensamiento, de relaciones, de la forma de entender el mundo, cuando se encuentra en pleno proceso, y por lo tanto borroso o invisible para muchos, el término para emplear la fragilidad del enunciado y la inestabilidad de la potencia creadora de una amplitud prospectiva, podría llevar consideraciones de su tiempo predecesor, pero no por la fijación pasiva del mismo, sino por el evidente arrastre que conlleva cualquier cambio de su período anterior. Es evidente la mirada, la influencia y el posible rescate de lo que antecede, pues muchos aspectos permanecerán un buen tiempo, y hasta quizás se rescaten algunas consideraciones que hoy interrumpen contingencias.
Incluso, dependiendo del enfoque educativo y territorial, convivimos con muchos períodos a la vez (ilustración, positivismo, romanticismo, modernidad, modernismo, modernización). Basta con vivir un par de meses en Valparaíso de Chile, por ejemplo, para escuchar, por muchas partes, discursos pictóricos bohemios y defensas románticas, las cuales aún realizan pugnas dicotómicas contra una especie de supuesta intelectualidad racional que asumen como ilustrada. Suena casi increíble, pero en ciertos grupos se da. En estos la modernidad y lo moderno no es una cuestión de posible superación, sino de posible alcance.
Es claro que las características materiales de una posible posmodernidad se pueden apreciar como las de una modernidad avanzada, por lo que acarrearía muchos de los vicios perfeccionados de la modernidad de los países tercermundistas, y del principio modernizante histórico.
Posible superación moderna del arte?
Un ejemplo, un tanto más complejo, es lo que plantea Justo Pastor Mellado, el cual, si bien no menciona los problemas del prefijo al que me remito, considero necesario mencionarlo para escribir sobre unos asuntos que corren en paralelo, y que quizás, en ciertas ocasiones, se cruzan. También aprovecharé de plantear otra hipótesis, paralela, a partir de la que propone el mismo autor sobre la posibilidad de la conformación de Escena en las artes contemporáneas, o de intento de contemporaneidad. Pensaba plantear estos puntos en otro texto, pero decidí incluirlos aquí pues, creo que, de alguna forma, puede encausarse dentro del tema de la modernidad tardía, o de las exigencias tardomodernas que menciona el autor (desde hace unos buenos años) para con las exigencias de muchas regiones de chile.
Mellado plantea que es necesario tres elementos integrados para el logro de una constitución de lo que se entiende por escena en las artes en un territorio, estos son: una institución(es) de enseñanza (universidad en este caso), política (la institución de la misma) y la crítica, también institucionalizada en una crítica periodística. Estos elementos inducirían y potenciarían movilidades sociales, las cuales en su productividad generarían el principio de escena en cualquier territorio en que se emplacen. Esta lógica tiene coherencia y funcionalidad simbólica, quizás, en los contextos donde el autor estudió campos específicos de constitución de “realidad” artística cercana y de las relaciones constitutivas para el logro de los espacios simbólicos específicos. Como se han dado las cosas en chile, tal vez hasta esté en lo cierto para con la mayoría de las regiones, pues estas se han constituido desde la carencia, no solo desde una visión totalizadora, sino que desde el interior de los mismos territorios establecen los principios de la “falta”, y en no pocas ocasiones se han establecido mecanismos (más o menos elaborados) victimizantes como estrategias de inscripción céntrica nacional e internacional y, quizás, los más menos exigentes, describiendo las falencias y aspirando a logros de realización moderna. La hipótesis es un paradigma, y como tal cuestionable.
Existen ejemplos, no nacionales, que dan cuenta de la no necesidad estricta de la triada propuesta, además de que, personalmente, considero que las estructuras que se pretenden con estos tres elementos (por lo menos de la manera en que lo plantea el autor) se ajustan, de alguna manera, a las condiciones de alcance modernizante, es decir, a su perpetuación.
Primero, la constitución de enseñanza, de institución educativa para con las artes no es una garantía en si misma de enseñanza de las artes (sobre todo en lo que refiere a arte contemporáneo). El proyecto universitario general, hoy, está casi completamente devaluado en lo que refiere a las posibilidades de interacción social y las relaciones con el territorio práctico y simbólico. La universidad como institución es un proyecto de la modernidad, de la creencia racional en la misma. Esta no constituye la única opción de transmisión de la historia y preceptos político estéticos para con las inquietudes de cualquier generación de artistas desde, por lo menos, medio siglo hasta hoy. La academia además capitaliza y hace pasiva la herencia y respuesta política del estudiante de arte, la ajusta a la reflexión cosificante. La universidad no es garantía de enseñanza de arte. Con esto no estoy diciendo que esté en desacuerdo con la transmisión y las relaciones reflexivas en el aprendizaje histórico de la materia, pero hay variadas posibilidades para la misma, pues la universidad en chile solo suple las inseguridades de grupos determinados por acceder a un reconocimiento académico y social, sin mencionar que la gran mayoría de estos estudiantes en realidad son estafados por la institución en lo que respecta a campos laborales, y/o en la “protección” de los pares (por parte de rectores, decanos, académicos) una vez “profesionalizados”.
Justo plantea que en muchas regiones del país las exigencias de variados artistas e investigadores se ajustan a intentos de alcance tardo modernos, y estoy de acuerdo, pero también la constitución, en una de sus tres partes de conjugación de escena, la de universidad (sobre todo en chile, repito) es una proyección tardo moderna, en su mejor posibilidad de logro moderno. Las reflexiones del aprendizaje histórico, de las competencias actualizantes y referenciales se están dando, gradualmente y en forma creciente, desde nuevas conformaciones de subgrupos, también desde la transmisión cercana (y antigua) de talleres, donde el encuentro es con autores específicos, con mirada específica y herramientas adecuadas a ello. Si bien estos ejemplos no se “visibilizan” aún en chile, no significa que no sea una forma posibilitante. En argentina se considera y respeta mucho ciertas constituciones de grupos de taller, dentro de los cuales se generan aplicaciones, reflexiones y prácticas para con un diálogo en lo contemporáneo. No niego que en las aulas universitarias en chile se puedan dar las condiciones de posibilidad, pero estas son condiciones no evaluadas por la institución en su arquitectura histórica en la contribución a la modernización de un sector nacional, evaluación cada vez más aplicada a las competencias del mercado duro.
Con respecto a la necesidad de una política, o políticas, que se relacionen con el accionar y el deseo de trabajo de arte en un territorio si es factible, pero desde la variedad y diferencia de lo politizable, y de la política misma. En este caso, la no gestión o promulgación de leyes no es una limitante cuando existe la posibilidad sectorial micropolítica. Que existan o no existan estas “gestiones” al respecto no limitan su potencial realización. Sin embargo, este segundo punto puede ser el más flexible en la constitución de lenguaje y lectura “identitaria” de un grupo o población de artistas, pues el aspecto político en la toma de decisiones en cuanto a una relación constitutiva puede ser inherente, o cruzar contextos históricos diferenciados.
El tercer punto, el de la existencia de crítica, de un grupo crítico, también se relaciona, para el autor, desde una perspectiva del mejoramiento de una prensa artística adecuada con la relación de los dos puntos anteriores. Este sería el intermedio histórico entre la ruda esperanza modernizante de la universidad y la instauración política, pues esta también puede no ser determinada, en forma ruda, por una modernidad única. Sin embargo, cuando la crítica de arte pasa a ser un género periodístico su alcance es determinado por las raíces que sustentan, o por lo menos han sustentado, lo que se acerca a la univocidad de la modernización historicista. Por lo menos en su conformación ilustrada. Existe el “artista crítico” que no, necesariamente, pasa por las relaciones con prensa para intentar una sinergia de actividades que intenten un resultado integrado para con las artes de un territorio.
Si bien los aspectos y posibilidades que menciono, a muy grandes rasgos, no se encuentran sustentados por experiencias dadas y fortalecidas en chile, lo que intento plantear es que no existe una única constitución posible para el logro de lo que se llama “escena” como plantea el autor mencionado. Y si en esto consideramos la ocupación de relaciones de poder que se prefiguran desde construcciones históricas que no superan el mismo problema que plantean para con “precariedades” regionales que demandan soluciones de una modernidad atrasada, la cuestión se torna delicada pues, una es la que se encuentra atrasada para con lo educado y la otra actualizada e intentando superar los problemas concernientes a las mismas relaciones de alcance que intentan llamar contemporáneo, pero que pareciera tener algo de triunfo moderno actualizante no por no acercarse a lo contemporáneo, sino por acercarse de una manera comparativa dentro de los desarrollos de la última modernidad que conocemos hasta ahora, y que no puede entenderse sin ir de la mano con el capitalismo cultural (tema extenso, dentro del cual llegamos al prefijo “pos”).
Si bien me tenté a escribir esta segunda parte del texto alejada del problema de la primera parte del tema del prefijo, quise plantearlo para exponer, en forma rápida, las integraciones y posibles convenciones críticas en torno a la especulación de un determinado proceso histórico que forma parte (directa o indirectamente) de nosotros, o de un devenir cercano. Las especificidades de los imaginarios nos dan pautas para entendernos y entender un período. Lo hermenéutico, en este caso intentaría no ser generalizable, como lo es cuando se parece a un planteamiento de la vieja modernidad positivista nomotética.
De acuerdo a la organización de la forma de conocer que dimensionamos, a la forma que podemos abarcar, es que entendemos las formas de relacionar un período de sujeción al pensamiento y subjetividad de un mundo determinado. Pero, sin embargo, esta organización del conocer es una movilidad que se genera y cambia de acuerdo a nosotros mismos, por lo que una fijación estructural es completamente variable de acuerdo a las potencialidades que queramos o pretendamos desde o hacia la superación de una terminología que signifique (hermenéuticamente, epistemológicamente) o se transforme en el poder de representar o presentar lo que todos los Pos posibles aparezcan dentro de una emergencia.