14 feb 2009

Valparaíso... breve reflexión sobre limitación disciplinar

En el transcurso de casi tres días completos he revisado todas las invitaciones que me han llegado en el año 2008 y que han tenido una relación con el trabajo del arte, principalmente exposiciones ligadas a emplazamientos en la región de Valparaíso. Tal vez tengo algún tipo de mecanismo de defensa que, de una forma u otra, no ve el conjunto de accionar de un período determinado como el que menciono sobre el año en cuestión, pues, conociendo las rigurosidades de apertura contemporánea y prospectiva, y experiencias posibilitantes de expectativas de trabajo de lo que podemos entender por arte, y a sabiendas de las lamentables no exigencias o desensibilidades al respecto, sin embargo me he sorprendido de no encontrar casi ningún trabajo de emplazamiento que se exija de manera atrevida y rigurosa, que intente expandir y actuar sin las exigencias de los modelos restrictivos de la apertura del pensamiento y lo sensitivo del encuentro consigo mismo y con la alteridad. Lo que revisé es, en su gran mayoría, dispersiones relacionada con emancipaciones ciudadanas de proyectos espectáculos, y en el caso de exigencia reflexiva solo frágiles movilidades de intento de integración a códigos institucionalizados y reincorporados por mecanismos artístico políticos de poder mercantilizable y extendidos a condiciones socioculturales evidentes. Es decir, intentos de nivelación dentro de la subjetivación de experimento de trabajo en relación a un alcance pequeño histórico ya determinado y muchas veces cosificado, y prácticamente nada que pretenda, e intente y trabaje las exigencias y riesgos de una relación de aprendizaje y comunicación con lo referencial hacia una amplitud dentro de los contextos en que nos relacionamos como vida, en todos los campos posibles, y en este caso, en los de impulso subjetivizante de encuentro (algunos casos si se dieron, pero de una liviandad carnavalesca y anecdótica que no viene al caso).

La relación con el arraigo de búsqueda de reconocimiento dentro de los códigos de aprendizaje establecidos de antemano para el sustento de afirmación o seguridad, ya sea individual o colectiva pasa, necesariamente, por un “miedo" integrado o una ignorancia vinculada a las ansias ilusorias de educación, muchas veces esta ilusión está relacionada con un reconocimiento sustentado en el “poder” burgués, o por lo menos, en una de sus partes, viéndolas dentro del impulso decisional que las determina histórico coyunturalmente.

Solo en la ciudad de Valparaíso, durante el año pasado, se realizaron y presentaron no pocos encuentros y seminarios que no tenían relación disciplinar, académica o referencial con las artes, o por lo menos lo relacionado con arte fue muy poco, no solo en cantidad sino en programación. De acuerdo a los tiempos que nos tocan vivir reflexiono y escribo a partir de una visión integral (en la medida de las posibilidades) que requiere de interacción y participación de lo que aún entendemos como “disciplinar”; con eso que relacionamos como especialidad todavía. Según recuerdo, en las ponencias, seminarios, encuentros que asistí y participé no pude ver a quienes, de acuerdo a la educación, “no tienen relación” con el campo de estudio en el que se convocaba la actividad pública. Voy a ejemplificarlo en forma general: últimamente no asisto con tanta frecuencia a las inauguraciones de artes visuales como antes, sin embargo las veces que he ido han sido suficientes para ver, por lo general, a las personas que se relacionan, de una forma u otra, con lo disciplinar del arte, o por lo menos se pueden ver a personas recurrentes, o que se vinculan a esto por el principal hecho de ir a beber una copa, o unas cuantas. El punto es que en esos lugares me encuentro, en el grueso, con quienes han sido compañeros de universidad, profesores, pintores, de vez en cuando algún artista relativamente consagrado, emergente, etc.

En la escuela de derecho de la universidad de Valparaíso en la segunda mitad del año 2008 se realizó el foro “ diálogo ciudadano: mundialización y movimientos sociales”. La importancia de este encuentro radica en la coyuntura extrema en que se encuentra la economía en todo el mundo y su cercana prospección y posibles consecuencias en distintos niveles. La temática se centraba en las especulaciones de base del sistema capitalista y los riesgos que esto acarreaba y acarrea, y sus evidentes resultados que se nos presentan hoy con una crisis evidente en variados aspectos derivados. Cuando asisto a los encuentros, seminarios, coloquios, etc. suelo tener la curiosidad de buscar, en cierto momento, un ángulo de visión donde poder ver a la mayor cantidad posible de asistentes. La cuestión es que en este foro no vi a nadie supuestamente relacionado con las artes, así como en los encuentros relacionados con una posible reflexión artística no he visto a ninguna de las personas que he visto que asisten a los debates y encuentros públicos sobre economía.

La Universidad Arcis de Valparaíso se encuentra realizando hace algunos años, y durante todo el transcurso del año académico, seminarios de diferentes autores, tanto de intelectuales como “lideres” de accionar que se encuentran en el interés del pensar y actuar político de la universidad. La cosa es que, contraviniendo o no a los autores y las temáticas tratadas en estos seminarios, son momentos con condiciones de posibilidad. Osea, un principio potencial de referencias o desacuerdos desde instauraciones histórico reflexivas de occidente. Es claro que la gran mayoría de los principios temáticos y elecciones de autores son, preferencialmente, ligados a una conocida educación eurocéntrica, sin embargo, por esta razón me refiero al término de “condiciones de posibilidad”, pues, de una forma u otra, las referencias y temáticas dadas por esta universidad, aún con el legado de nuestros viejos abuelos intelectuales, nos permite iniciar y desarrollar posibles debates paradigmales que involucran al hacer y pensar de nuestra supuesta “hibridez” cultural. El estudio de las artes visuales, (si es que aún podemos seguir llamándolas así) desde hace varias décadas convive con el pensamiento y las exigencias discursivas de la comunicación que se relaciona con la alteridad. Incluso el llamado arte político no adquiere su potencial fuerza histórica de un accionar divergente por si solo, sino que se alimenta de las inquietudes referenciales, en este caso de dos principios institucionales que, llegado el momento, se (con)funden en tres vías, para beneficio o molestias de algunos: los principios referenciales, obviamente son el “arte y su historia” y la “historia política”. Las tres vías de con(fusión): el arte integrando la referencialidad de una historia política universal y coyuntural, a sus mecanismos estéticos y plásticos para hacer uso literal de un momento o momentos políticos puntuales (arte y política); la segunda es el arte politizando sus propios mecanismos y sistemas estético reflexivos y discursivos como principio tautológico (arte político); y el tercero y más deslindado de los tres, el de accionar directo, el del cuerpo político, pero no como el ejemplo del cuerpo de Lepe ni la “avanzada” chilena, sino el cuerpo que se organiza y actúa “en lo político” como posible contraposición directa en contextos sociales particulares con intento de resultados concretos más pensados en lo social que en el logro de un “enriquecimiento” de arte. En este último caso la cuestión se plantea muchas veces como una disidencia de los campos disciplinares, es más, muchas veces como una no consideración “radical” de los mismos, pero esta posible no consideración se da muchas veces desde las inquietudes que traen (en este caso) los mismos realizadores que se han vinculado, en presente o pasado, y en alguna medida, a lo relacionado y “entendido” como arte. Lo interesante es que las extensiones discursivas, e inclusión de nuevas formas a ciertas nominaciones aprendidas siempre serán móviles y cambiantes, por lo menos en la medida en que las mantengamos en tensión y no en aprendizaje dado como fenómeno en si mismo.

Bueno, me extendí para mencionar que en estos ejemplos de encuentros y seminarios tampoco encuentro a los estudiantes de arte ni a casi nadie, por no decir nadie, relacionado y “educado” en esto. Nuevamente, “en forma inversa”, tampoco he visto en los mencionados encuentros relacionados con exposiciones o debates de arte (como si existieran muchos...) a quienes he podido ver en los seminarios mencionados y encuentros de las otras disciplinas.

Bueno, la lista puede seguir, como por ejemplo el encuentro de comunitarios.cl en el mes de noviembre los cuales, en la buena recepción de público que tuvieron, se encontraban, en su gran mayoría, psicólogos y estudiantes de psicología, y también, más derivado y sectorizado por el mismo grupo, los sociólogos o estudiantes de lo mismo..... nadie del “arte escuela”..... Bueno y así se puede continuar con los viceversas.

Plantearé dos instancias que se relacionan y que determinan, desde cierta perspectiva, aspectos generales, más que de la separación disciplinar que ejemplifico más arriba, de las integraciones o aceptaciones ligadas a la consecución y “fortalecimiento” de un proyecto histórico o microhistórico(1) que sustenta, o es la base del principio separativo y que coarta el enriquecimiento cualitativo de propuestas creativas. Una es la concepción de “campo” y la otra la de “reconocimiento”. La segunda (el reconocimiento), en un contexto social, vive de la primera (el campo), es decir, de alguna forma la necesita.

El campo, en este caso, entendido como una especie de “orden” de identificación de grupo, de entrada en las condiciones de articulación reflexiva y de comportamientos con todos sus códigos y normas preestablecidas y por establecer, solo se extiende, cambia o se desplaza en la medida de las posibilidades de “poder” que se adquiera. Pero este poder, necesariamente es adquirido adentro de las condiciones que establecen las relaciones prefijadas. Por lo tanto, las posibilidades de modificación o cambio de las condiciones de un campo específico se dan, como principio, desde el interior del mismo y por lo tanto iniciado desde una aceptación de sus pautas relacionales.

El arte (nominación histórica) como campo tiene una serie de jerarquías al interior de naciones y en las relaciones globales de aceptación o rechazo. El rechazo, la discriminación, la no validación, la inscripción, son características importantes de las condiciones de los campos en este caso. Para este caso (el que escribo) el problema no es tanto las condiciones de relaciones de un campo como el arte y sus validaciones o desvalidaciones, o consideraciones o desconsideraciones, sino las personas en masa (artistas en masa) que aún necesitan, buscan y ocupan grandes energías de su creatividad y de sus condiciones psíquicas sociales para intentar pertenecer o ser considerados en la relaciones del campo preestablecido. Es tanto el esfuerzo o la preocupación por aprender los códigos dados por el tiempo histórico de lenguaje que les toca, que pasan por sus lados una cantidad de realidades, conocimientos, reflexiones, y mucho más, que se tornan invisibles dentro de las consideraciones individuales en que ya se ha determinado lo que los artistas creen y entienden por arte, incluso en los ejercicios relacionados con la pregunta del mismo y de sus límites (por lo menos a grandes rasgos).

Ahora bien, el principio actualizante de todo esto pasa por el “reconocimiento”. Para el caso del texto este término es negativo, pero no lo es como término “en si mismo”. Por añadidura el reconocimiento sustenta la identidad, o por lo menos la búsqueda de ella. Reconocerse corresponde a una alteridad; necesariamente debe existir un tercero que manifieste o haga patente la identificación relacionada, ya no con la búsqueda del conocimiento, sino con su mediación, con lo que la reinstaura en contextos de intercambio; en “contextos de negociación”. En este caso, el reconocimiento es doble e integrado: por una parte, lo doble es desvalanceado, pues el caso del reconocimiento del campo del arte es mucho más potente e instaurado que el reconocimiento del hacedor o de quién pretenda, de alguna manera, hacer arte y ser leído como tal por supuestos pares. El hacedor, en este caso, necesita del campo como reconocimiento, en cambio el campo no de el (solo extrañas excepciones).

También se dan los casos de intento de deslinde, pues el reconocimiento no es solo de deseo directo al mismo, sino, muchas veces, de rechazo al mismo, pero no efectivo, pues la oposición de reconocimiento de un campo específico valida de antemano el campo criticado, es decir, de una forma u otra busca el reconocimiento de su rechazo, que se valide dentro de las condiciones a las que supuestamente desvalida. Esta contradicción provendría de una dicotomía de identificación, dada por el principio del deseo por una parte, y las relaciones arraigadas de resguardo institucional: el miedo a la deriva... miedo que pienso es una ilusión.

Los grupos de trabajo supuestamente deslindado de las artes y que se insertan en la “acción social y político” (que se menciona más arriba) estarían cerca de las cuestiones que planteo, y que el educado artista o profesional de cualquier área no lo está. El problema es que la gran mayoría de estos casos no se percata en el lugar de privilegio en que se encuentra en muchos aspectos.

Si bien es claro que lo más probable es que un estudiante de arte no pretenda o domine cálculos de matemáticas avanzadas, lo cierto es que no es necesario. Este liviano ejemplo solo lo menciono para plantear que la integración “disciplinar” corresponde a grupos y equipos de trabajo. El año recién pasado la universidad Santa María realizó tres días de seminarios sobre el tema de arte y tecnologías, asistí al tercer día y realmente fue una experiencia terrible. Me sentía escuchando contenidos y reflexiones de un arte o un hacer de por lo menos un siglo atrás entero. La justificación dialéctica que se daba era sobre los usos de las nuevas herramientas, con un nivel de separatividad entre una cosa y la otra que realmente asustaba, lo curioso es que para el ambiente académico fue muy bien recibido . He conversado con algunos estudiantes y egresados de esa universidad y ha coincidido que no pocos están, literalmente como me lo mencionó uno de ellos, “hambrientos” de enseñanza relacionada con las artes contemporáneas, se sienten completamente alejados de ella, pero al parecer intuyen que cosas interesantes e importantes pueden estar sucediendo. Bueno, ahí hay fuertes condiciones de posibilidad.

Los “equipos” de trabajo son necesarios!... tanto para el logro de cualidades proposicionales, como para su incidencia práctica en la cultura. La incidencia no se da en el ejemplo de arte utilizando herramientas científicas, o ciencia utilizando técnicas artísticas, o arte utilizando tecnología, o viceversa, sino integrando las relaciones, haciendo de lo que se llama herramienta un “implícito”.

En este texto no menciono que se dejen las escuelas que hasta ahora han impartido las enseñanzas históricas relacionadas con las artes. Lo que menciono es no determinarse sin entender las relaciones ontológicas, es decir, las aperturas del “estar” en un mundo, en un tiempo, en ciertas dimensiones son la experiencia que conforma ciertos parámetros de abarcar, de entender, de actuar, pero no determina lo que nos conforma como inquietud, por lo menos la que se relaciona con formas de cambiar las formas. El campo puede sernos útil un momento, pero no somos necesariamente un momento.



(1) En este caso no profundizaré en el desarrollo de esa posible consecución “histórica” pues se extendería demasiado el texto. Lo que se remitirá pasa por un breve análisis sectorizado de lo que provoca el arraigo a contextos discursivos y/o disciplinares.