7 mar 2008

Arte Ético?

Me encontraba a punto de terminar dos textos para publicarlos en mi blog: uno trataba sobre la segunda parte de arte y socioeconomía y el otro sobre la relación del turismo y las residencias desde o hacia el aporte de las artes visuales y las redes que se pueden establecer de acuerdo a esto. Estos estaban guardados en el escritorio del sistema operativo Ubuntu, el cual tuvo un daño y no he podido rescatar los archivos aún.

Mientras me disponía a escribir nuevamente parte de las ideas perdidas, decidí postergarlas, pues me detuvo un mail que me hizo recordar la problemática ético social sobre lo que se entiende por arte o no en ciertos contextos. El mail hacia mención al trabajo del costarricense Guillermo Vargas en agosto del 2007 en la galería Códice (Managua, Nicaragua).
El emplazamiento consistió en atar a un perro callejero en una esquina de la galería, y en uno de los costados de uno de los muros escribir, entre comillas con comida para perro, la frase: “Eres lo que Lees”. El perro lo dejó durante todos los días que duraba la exposición sin recibir alimento ni agua. Resultado: murió de inanición. Después de este trabajo el autor ha sido invitado a otras exposiciones incluyendo una bienal centroamericana, donde tendría que realizar el mismo procedimiento con otro perro (ver video de protesta). Prefiero no llamarlos perros de aquí en lo que queda del texto y les podré un nombre para hacerlos más cercanos. El primero, que ya está muerto, lo tenía: Natividad y al segundo lo llamaré Perronazo.

Cuales son los puntos de lo que está ocurriendo aquí y de lo que esto genera?... vamos por partes:

El primer conflicto que se genera es ético; el segundo es sobre el cuestionamiento de este trabajo (y de cualquier otro análogo) como “arte o no”.

Desde el principio de las vanguardias históricas, hasta hoy, hemos sido partícipes y testigos de una cantidad y cualidad, sin términos, de los recursos y herramientas empleadas para elongar y “cambiar” el lenguaje del arte. En muchas de estas experiencias el experimento “creativo” se daba (y se da) como una “necesidad” del tiempo histórico y territorial contingente y atingente en que se encontraba. En no pocas ocasiones ocurría un escándalo sobre el leguaje utilizado, o sobre las temáticas tocadas, o sobre las herramientas u objetos emplazados y sus disposiciones matérico conceptuales. En todas estas ocasiones aparecía, dentro de distintos sistemas comunicacionales de acuerdo al caso, el cuestionamiento de crisis con respecto a la pregunta ontológica del “Ser” arte; sobre que demonios es el arte. Pero el planteamiento crítico social apresurado, por lo general no reflexionaba ni reflexiona dentro de estos cuestionamientos, sino que sentencia de inmediato (dentro de una pertinencia dudosa y con invasora propiedad) la negatividad del trabajo “como arte” en esos casos, o sea, que no corresponden o no serían “dignos” del término.

Sin embargo muchos de los “trabajos experimentales” son de experiencias y metodologías “necesarias” de acuerdo a una materialidad y momento particular, y que en ocasiones son expandibles prospectivamente. Sin embargo, también, han aumentado, considerablemente, de acuerdo a una competitividad inscriptiva, trabajos estratégicos de golpe sensacional; muchas veces es el encontrar cierta formula semiótica que inspire una llamada de atención especializada, o ruidosamente pública.

Desde cierta perspectiva dimensional y paradojal, estoy de acuerdo con que el arte no tiene límites establecidos. Pero esta “ilimitación” es su constitución comunicativa como campo abierto de la ignorancia subjetiva a la que siempre estamos expuestos. Si utópicamente el velo de esta ignorancia constitutiva fuera abierto, aparecerían otras aperturas que serían interrogadas e ignoradas, pero si sentidas. Filosofía de la pregunta - arte de la respuesta intuitiva. Es claro que para estos alcances se necesita una metodología, que es muchas veces personal y que corresponde a la historia “individual”(1) de quien la practica.

En muchas ocasiones uno no encuentra la oportunidad perceptiva adecuada, no porque no tenga la capacidad hacia dicha percepción, sino por la predisposición de antemano a rechazarla. A que me refiero: la constitución de nuestro deseo muchas veces choca con la relación comunicativa directa en la cual está inserto. Este problema no tiene un valor en sí mismo, pero si lo tiene cuando, necesariamente, se inserta en un contexto cultural. Si consideramos que el arte es una manifestación que nace desde la cultura, si consideramos que de alguna forma responde a ella, tendríamos dos puntos de análisis generales (para no extenderse demasiado en el texto blog): el primero del arte como síntoma de un contexto cultural determinado; y el segundo como “responsable” subjetivo simbólico del contexto local o global donde se inserte. En forma general el primero es pasivo y el segundo activo.

En el primer caso se pueden dar ejemplos como: las inscripciones competitivas (pues son un síntoma extrapolado del mercado); las expresiones de decadencia pesimista herederas del existencialismo por ejemplo; las herramientas sensacionalista publicitarias donde calzan muy bien las excusas de liberalización sexual, la ilusión de libertad y la estetización de la extrema violencia. Estos por nombrar algunos. En estos casos (y más) las posibilidades “creativas” se insertan como manifestación, extrapolación, o reflejo representacional del contexto cultural al cual pertenecen. No son críticas con respecto al mismo. En ocasiones estas propuestas pueden leerse críticamente, pero no por la intención clara y política de quien las propone, sino por mostrar un problema o una situación determinada que se da en si misma como resultado desde donde proviene. En este (reductivo) grupo veo dos sub grupos: quienes se aprovechan de antemano de los códigos lingüísticos del arte, de las herramientas a su disposición y de la habilidad mediática para hacer un “ruido” y que serían, sin embargo, síntomas culturales por tener semejante preocupación y competitividad. El segundo sub grupo sería quienes, sin reflexionar en demasía sobre las procedencias y consecuencias de sus producciones, realizan un trabajo sincero-pasivo de acuerdo a la “realidad” que les toca. Estos últimos son interesantes como reflejo de un mundo contemporáneo por ejemplo, pero no se responsabilizan de las potencias en juego en la comunicación y los resultados o consecuencias. Creo, sin embargo, son necesarios, pero en una larga discusión polémica.

El segundo grupo tiene ciertas contradicciones con el anterior. Este se inaugura como proyecto hacia “los demás”, a diferencia del primero que es, en gran medida, individual. Claro que proporciona beneficios individuales, pero pensados, más que síntoma, como respuesta, como proyectos de construcción de “mundo”. Si el arte, el artista, está inserto en una cultura, es obviamente partícipe de la misma quiéralo o no. En este segundo caso se incorpora en forma implícita las características del primer grupo, la diferencia es que se trabaja a partir de los síntomas llevados hacia sus límites y “propuestas” de construcción de “mundo”. Por lo tanto las acciones que realicemos tendrán consecuencias (en distintas medidas) en el contexto cultural. A lo que quiero llegar es sobre la pregunta ética del arte, acaso posee en si misma una ética. Pues bien, un trabajo como el de Vargas no lo negaré, en este texto, como posible arte dentro de limitaciones e ilimitaciones del experimento en si mismo sobre las tautologías heredadas y sus posibles combinaciones. Sin embargo, este tipo de trabajos, serían una propuesta dentro de una clasificación de creador sintomático del contexto histórico en que se presenta. En este caso sería un síntoma negativo, así como es un síntoma el aumento de la delincuencia, la cual, en su mayoría se opaca y no se intenta estudiar y actuar desde el problema de fondo. Bueno, el caso de un montaje, que utiliza un ser vivo para temporizar su muerte es atacado de la misma forma que se hace con la mayoría de los síntomas negativos de la cultura occidental actual, con todas las paradojas que involucra.

Planteo que el arte en si mismo no tiene una ética, pero si responde a ella dentro de la realidad en la cual está inserto, por lo tanto no la contiene en si misma pero si la moviliza con respecto a la comunicación en que se desarrolla dentro sus relaciones histórico políticas.

Olvidémonos de la pregunta si esto o aquello es arte o no, pues el arte, en cierto nivel, también puede destruirnos, todo depende de la polaridad en que se concentre o en la que se deje llevar. La crítica limpia y directa debe ir a los derechos de vida con toda la fuerza que se quiera pues, lamentablemente les digo (y a mi pesar) que el trabajo que involucra la muerte de Natividad, en cierta inscripción lingüística, si es arte, y somos todos históricamente responsables de que lo sea. Permitimos, durante más de 50 años, que llegue a suceder.

Sin embargo se pueden realizar acciones de respuesta mientras no se resuelvan los derechos a la vida de los animales. Además una acción da el pié para hacer participar performáticamente al llamado público en las inquietudes y contradicciones que siente e ignora del arte y que lo ha hecho alejarse del mismo por una actitud de pasividad que educan muchos artistas e intelectuales en sus “asistentes”. Un ejemplo es ir por turnos a la exposición de la bienal centroamericana y dejarle alimento y agua en forma diaria a Perronazo. Estas acciones, más el excremento y orina de Perronazo, serían la performatividad de su propio derecho, y la mejor deposición producto de la acción colectiva.

Por otro lado quería mencionar el doble estándar de no pocos que se escandalizan con manifestaciones de este tipo, y que, sin embargo, en la performatividad “cotidiana” desprecian a cuanto perro callejero se les cruza, van a cuanto asado les invitan ritualizando la muerte de un mamífero porque su equipo favorito ganó, o solo por el goce mismo sin rito. Unos exceden su nivel nutritivo y se aprovechan de la facilidad de adquirir cadáveres con dinero y se sobrealimentan de ellos. Aprovechamiento y sobrealimentación, dos conceptos que otros pueden utilizar para aprovecharse y sobrealimentarse de los lenguajes del arte.
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(1)Escribo la palabra individual entre comillas pues es obvio que está insertado en un conjunto más amplio y complejo de otras individualidades y también generalidades, como son las socio políticas del deseo por ejemplo.