17 abr 2008

Breve mirada a Fondart

Sabemos que desde el año 1992 en Chile existen un fondo de concurso público para artistas profesionales que se denomina Fondart. También sabemos, y no hay dudas al respecto, que la formación de las estructuras de esta gestión en miras de una posible pluralidad cualitativa se encuentran hasta hoy en constante debate debido a la no claridad decisional que acarrea las políticas administrativas de estos fondos. Para ser más claros: ¿de que manera se decide o determina la aprobación o rechazo de proyectos que puedan o no tener una incidencia en el campo que les compete dentro de una generalidad social y sus prospecciones?

Antes, quiero iniciar el texto planteando una dicotomía político conceptual que creo se da al interior de las voluntades de la organización del Departamento de Creación Artística del Consejo Nacional de las Artes: una de las consideraciones que se plantea al interior de este departamento, la cual se expresa como intención pública, es la separación de lo que se puede entender como consideración política del fondo nacional, es decir, que este fondo, supuestamente, no maneja estas consideraciones, sino solo las que corresponden a la voluntad del desarrollo de las artes presentes y futuras en chile. La política del estado no entraría en las decisiones cualitativas abiertas de desarrollo con respecto a las decisiones de proyectos. Esto suena muy bien, sin embargo se escabulle y se salta todo el aparataje y maquinaria histórica de las constituciones del poder occidental. El hecho que una institución estatal contemporánea “experimente” o deje cabida a la potenciación de sus propios deslindes políticos, y más aún, a sus posibles devaluaciones, o al financiamiento de sus oposiciones, no es suficiente argumento para considerar la independencia de un fondo que proviene del mismo. Este mecanismo corresponde a paradigmas muy cercanos a la sobrevivencia del capital contemporáneo. Entonces no se pueden descartar las capas no vistas de lecturas políticas (aunque sean débiles e ignorantes en el campo en que juegan) en el asunto.

Una segundo punto, y que encuentro más delicado coyunturalmente, es la ambigüedad que se genera de acuerdo a la experiencia de producciones. Claudia Toro, secretaria ejecutiva del Fondart menciona, en una conversación organizada por ACA relacionada con políticas culturales, que la creación y producción de las obras en chile es algo “ya sabido”, que es algo que conocen bien en su forma cualitativa, y que a partir de esto trabajan en el fortalecimiento de la difusión. Esto es peligrosamente limitativo, pues acarrea una forma de pensar y actuar unívoca con respecto a las posibilidades de mutación, “novedad” o descubrimiento productivo y creativo que se puede dar en un “territorio”. Lo que menciona Claudia es un conocimiento de totalidad, de relaciones con lo conocido de una breve historia que se configura hasta hoy en chile. Lo que se olvida aquí es que ese conocimiento del funcionamiento tiene que ver con una adaptabilidad de entrada en los códigos sígnicos de la lectura reconocida, como se da muchas veces en concursos como Fondart. Esto se puede ver en el fenómeno muy notorio de la década de los 90 (hoy aún) en donde, principalmente en santiago, se daba una “fondarización” en la forma de gestionar las lecturas de las artes. En este aspecto Claudia Toro propone a los gestores ligados a las artes acrecentar la discusión y planteamientos que se relacionen con la difusión y comercialización de las producciones de obras, algo así como decir que las creaciones y producciones en chile se encuentran en un buen camino y que son “administradas” estatalmente desde la comprensión de posibles futuras miradas políticas (o por lo menos intento de construcción de esa política) de las mismas, pero que se necesitan nuevos planteamientos concretos de movilidad de esas producciones, de su difusión cuantitativa, si es que se puede llamar así. Para esto se creó una nueva modalidad en el fondo de marketing, comercialización y distribución de obra. Es claro que no existe una concreta política estudiada desde el Estado con respecto a las artes, pero es claro el tanteo que se realiza (por la evidente capitalización de la cultura y los simbolismos de capital que devienen a mediano plazo) en el financiamiento de las artes por parte de la institución estatal. Además estas consideraciones de supuesta claridad en la creación y producción de obras es una univocidad céntrica nacional, o sea una revisión cuantitativa de las relaciones de santiago en estos procesos, pues regiones, en su generalidad, aún no se encuentran en las mismas condiciones de trabajo en el tema de procesos productivos, es decir, les es difícil, en su mayoría, establecer estrategias o mecanismos de difusión si las relaciones con la productividad son aún precarias o no se han puesto en cuestión los tipos de reflexión necesarias aún. Sin embargo postulo que no es necesario que se adecuen a estas instancias de posibilidades de creación y producción reconocibles para lograr diálogos y propuestas de difusión. Lo que trato de decir es que las relaciones de posibilidad de una creación y producción no céntrica pueden generarse aún dentro de las cualidades de condiciones de las características de “lugar” (abierto obviamente) y no a las condiciones de desarrollo experiencial que determina un quehacer de línea a seguir para una totalidad, pues de una forma u otra, eso determina un aspecto político cerrado y fácilmente manipulado por las instancias que les interese esa manipulación y que también conocemos.

El punto aquí se complica más cuando Claudia argumenta que el desarrollo de las artes se vincula con una especie de descanso en espera de nuevas posibilidades de estructura del fondo; que este fondo, en realidad, todo el tiempo que se encuentra en el actual desarrollo, espera la cualitatividad de las propuestas de proyectos de los creadores, algo así como que el fondo se iría perfeccionando gracias a las exigencias y cualidades de las propuestas y exigencias de la comunidad artística. Esto no se ve mal, el problema es que también se saltan considerablemente los procesos históricos de desarrollo de reflexión simbólica en las poblaciones. Un supuesto consejo de la cultura no puede pasivizarse en la espera de la exigencia de una población desde un aspecto casi apriorístico, como si la influencia de décadas de formación psíquica no influyera en los procesos creativos y productivos…….. Casi es esperar que los trabajadores de arte hoy por si solos se desvincularían de la herencia cultural en la que se encuentran. Yo, personalmente creo que existen individuos que pueden lograr esto, pero estos son excepciones que un ministerio no puede considerar, menos aún cuando se trata de políticas públicas, o sea del desarrollo del conjunto: de la participación.

Estamos todos claros que no existe una política pública para las artes en chile, pero sin embargo no estoy seguro si deba existir, pues esto limitaría en prospección simbólica aún más las posibilidades abiertas de lo creativo en el plano que sea. Una política, en este sentido, de una forma u otra determina parámetros y esquemas a seguir en un plazo de consideración con respecto a los estudios y diagnósticos que se establezcan. Esto beneficia un campo de acción, pero esquematiza dentro del ámbito del encuentro de estructura política estatal lo considerable dentro de lo que se puede leer o no por un momento o tiempo determinado. Esto genera la adecuación de quienes quieren participar de esa supuesta política y quienes se hacen expertos en la manipulación de la misma o no. Los márgenes creativos en este aspecto no se consideran (me refiero a los “verdaderos” márgenes y no a los de estrategia que se consideran como apertura de desarrollo). El problema se complica más, pues en realidad no se vislumbran márgenes en chile que tengan una propuesta considerable en el aspecto de trabajo crítico o investigativo potente (por lo menos dentro de las nominaciones hasta hoy de las artes).

Con respecto a la pregunta inicial del texto sobre las determinaciones de aprobación o rechazo de los proyectos, nos encontramos con una dificultad ya planteada por ACA, pero aún no resuelta en las discusiones decisionales. En este punto el mayor conflicto se encuentra en una especie de separación que existe entre los comités evaluadores (que corresponden a la primera etapa de la revisión de los proyectos) y la evaluación final y definitiva de los jurados. El conflicto aquí es por la supuesta arbitrariedad en la etapa final de evaluación que corresponde a los jurados. En la primera etapa de evaluación se determinan los aspectos estructurales de los proyectos, la adecuada ejecución y aplicación de los términos y conceptos, la coordinación entre escrituralidad y solicitud presupuestaria, etc. En esta primera etapa se seleccionan los proyectos que cumplan con estos requerimientos estructurales, y el comité evaluador califica con un puntaje cada proyecto, para luego entregárselos a los jurados. El problema planteado por ACA es que el comité, supuestamente se encuentra integrado por profesionales competentes en análisis de desarrollos de proyectos y también en la cualidad de los mismos, y esto, en la práctica, no es garantía en la aprobación final de un proyecto, incluso cuando es enviado al jurado por el comité con una calificación muy alta. Lo que está en cuestión aquí es la supuesta arbitrariedad en la etapa final y definitiva de la cual son responsables los jurados. ACA propone eliminar la función de estos jurados y dejar como válidas las calificaciones de los comités evaluadores. Lo que no me queda claro con respecto a esta idea es sobre los aspectos decisionales del concurso, o sea, al dejar el resultado a los comités evaluadores se estaría evaluando, “potencialmente” las cualidades estructurales formales de los proyectos y dejando de considerar las cualificaciones “artísticas” de un jurado que posiblemente, o en no pocas ocasiones, determina sus decisiones dentro de una parcialidad inevitable incluso para ellos mismos. Entonces ¿las evaluaciones tendrían que pasar por una cualificación técnica del logro sin adentrarse en las lecturas particulares de la creatividad, o riesgo, o política específica de los participantes al concurso? Bueno, es una discusión que se continuará….. si están interesados aporten con sus ideas quizás comunicándose con la gente de ACA.

Por mi parte me interesa escribir brevemente sobre estas cuestiones por la importancia del fenómeno que no se puede pasar por inadvertido, dados los aumentos de gestores y “artistas” que cada vez más participan en estos concursos (incluyéndome en algunas ocasiones), y las lecturas histórico cercanas que ya empiezan a darse con respecto a la movilidad artístico nacional desde este referente económico estatal.

No creo que las respuestas de consistencias contemporáneas pasen principalmente por las instancias de estos tipos de concursos, pero si es importante debatirlo cuando determina e influye en una cantidad considerable, a través de los años, de proyectos que requieren de la sustentabilidad paternal “necesaria” en muchas ocasiones….. “por el momento”…...