Signos importados, “versus” signos que se establecen en el micro campo de relaciones “cotidianas” humanas.
La inversión social de signos, o sea, los signos que se “capitalizan” hoy en un campo determinado que no considera la última relación (la de “cotidianidad diacrónica) produce, necesariamente, una contención, una represión acumulativa que trae consecuencias atroces en los pensamientos, sensaciones, deseos, etc. dentro del campo de relaciones de posibilidades subjetivas sociales. El trabajador de cultura, o el pensador político, el trabajador de arte, sucumben a la pulsión inconsciente de su propia ignorancia local en las maneras de desarrollar su exteriorización. Esto se da en todos los campos, macro o micros de Latinoamérica, pero acá voy a encausar el contexto particular de la quinta región de Chile. Acá uno de los puntos puede ser el problema de la inversión de subjetividades, desde las significaciones impuestas en los imaginarios y los mitos fundacionales del pensamiento y la conciencia, o sea, los mitos de la proveniencia de un sentido del subjetivizar, (en este caso céntrica europea histórica universalista (Hegel)) (aún) en nuestro contexto, en nuestra localización.
En este punto hago hincapié en el análisis de las posibles consecuencias de las contenciones sociales invisibles que sucumben, por consecuencia, en decadencia laboral, encuentro y traspaso de símbolos que se emplean en el trabajo artístico de maneras "extremadamente inconscientes" y manipuladas, siendo los mismos “creadores” manipulados por todos lo centros posibles en la jerarquización territorial auto impuesta. Estos y muchos más etcéteras que cada uno de nosotros puede constatar en la propia vivencia relacional diaria.
Es importante mencionar que la apetecible y “necesaria” inclusión y aplicación de los signos manufacturados como alcance de subjetividad contemporánea, ejemplos de interesantes experiencias y vinculaciones críticas con la vida actualizante, desde el conocimiento y la movilidad dependiente de este, en este caso de las significaciones internacionales de las actualizaciones del arte contemporáneo, no serían suficientes para establecer un puente, o mejor dicho, la vinculación “identitaria” que se comunica y dialoga con esa actualización de manera no pasiva. En este caso, el olvido o la aniquilación gradual de la posibilidad de encontrar signos correspondientes al contexto histórico y de actualización en que “nos encontramos“, los cuales son los que soportan nuestro peso de vida y la “herencia” que, inevitablemente, traemos para actuar como actuamos, son extremadamente precarios en su encuentro y aplicación. Es más, el signo, aparte de clichés rancios de puerto, no se investiga, no se explora, no nos juntamos para debates y posibilidades de metodologías de interiorización para el enfoque de nuestra identificación de anhelos y conocer su traducción en signos; en deposición cultural que otorgue una “historia“. Se descansa aún en el anacronismo de la educación adiestrada de una idealización del arte y economías aplicadas a beneficio de una nostalgia no consciente: la de relaciones poéticas y salvajismo ilusorio, lleno de anhelo de libertad dominical. La ilusión de esta libertad local de Valparaíso se pierde en una contingencia de debates borrachos y egos mal conformados, ilusiones de una libertad tan educada y trabajada por las concepciones céntricas del poder paradigmal de la conducta, que alejan, considerablemente, el principio de darse cuenta de la participación en campos bien definidos del propio resentimiento victimalizante, que ni siquiera se manifiesta como víctima, sino que se pulsiona y se arrebata de rabia cultural contenida que no encuentra válvula de escape, no encuentra los signos apropiados para la creatividad, mas que siguiendo modelos de las (hoy) utopías céntricas, cual mirada a los campos del deseo.
La rabia mal encausada, infantilmente aplicada en lo que se llama actividad cultural en la región es producto, en parte importante, por la contención psíquica creativa reprimida de una historia sin historia, es el modelo de stgo mal hecho, que sin embargo intenta vender una identidad, que lo que consigue es la apreciación estética de la valorización topográfica que se sublima en valor de cambio capitalizado como gestión de trabajo en un todo de “arte” que no va a ninguna parte (en este caso me refiero a las políticas inconcretas en el estudio de las contemporaneidades). Entonces, la significación, la posibilidad de existencia de esta, o sea, estos signos, si existen o no, cada vez se hacen mas difíciles encontrar pues, cada vez las pulsiones se resisten más en la esfera de trabajo general de quienes se apropian el termino y el trabajo de creación de artes en la región…cada vez que aparece una critica, liviana, pajera, o de intento de dialogo, este contexto local se defiende estancando la posibilidad de diálogo, solo defiende, usando eufemismos baratos para, cada cual, justificar su propia parcela de trabajo creativo anacrónico. Lo más terrible no es la soledad egocéntrica de la mayoría de los creadores decimonónicos de Valparaíso, sino que no se percatan de su propia condición de campo reducido en las posibilidades de interacción y puestas en crisis lecturales de sus propios trabajos. Lo veo como un miedo, que en este caso todos tenemos, a develar profundamente las significaciones de ese mismo comportamiento, a develar la flojera mal utilizada que oculta con garras la oportunidad, o por lo menos la experiencia experimental de dialogar desde los signos reprimidos, desde la historia que los contuvo.
La historia de las artes contemporáneas de academia, entonces, no es para nada suficiente, si se desarrollan desde la entrada de signos de interesante y necesaria actualización, pero que no llenan el vacío de signos que fueron reprimidos por un amplio contexto social, y que se liberan en pulsiones desordenadas y fragmentadas. Trabajar con estas pulsiones, desde su reconocimiento, puede ser una importante e interesante forma de dialogar, en principio, con la contemporaneidad sígnica actualizante, o sea, desde una ubicación psíquica de terreno relacionarse en comunicación abierta con las experiencias de movimientos de lo que se llama arte contemporáneo. Acá, hasta la experiencia más decadente y paupérrima puede ser interesante y necesaria si es trabajada metódicamente hacia el develamiento antropológico y analítico (en ocasiones) sobre las condiciones del contexto de campo. No importa aquí si el ejecutor (se nomine como se nomine) sea consciente o no de esto, lo importante es realizar entre quienes más puedan, entre quienes más podamos, la apertura de interiorización social en donde estemos habitando, y toda la posible entrada de la historia que formó eso en nosotros. La sinceridad del defecto y la virtud sin separaciones: la muestra desnuda….. uffff……trabajar en eso no?……….. Esto es encontrar el signo a esas pulsiones, el signo correspondiente para su circulación y modificación posterior, para identificar un principio de la represión no vista en el trabajo cultural y de arte (en este caso local)… la cuestión, en este caso, no es cambiar hábitos de conducción, ni acelerarse, sino hacer evidencia de los síntomas, hacer “visible” las pulsiones; plantearnos signos que establezcan las correspondencias lecturales, y en este caso, el trabajo develador debe ser fuerte y metódico. No quiero plantear, por el momento, cuales podrían ser los ejemplos particulares, pero si mencionar que se encuentran en la gran mayoría de los lugares donde nos relacionamos. La particularidad del observador o investigador determinará el micro campo que elija, y en el que nos detengamos por un momento. La proposición es abierta.