Este texto se puede leer en Geocities de SELAI 2005(Semana Latinoamericana del Arte Independiente) y lo transcribo aquí dado el próximo encuentro SELAI 2006, y por considerarlo aún pertinente como introducción del próximo encuentro en Espacio G de esta semana latinoamericana.
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Las prácticas disciplinares que se nos dan en lo entendido como conocimiento, provienen, a partir de sus magnitudes discursivas, desde poderes operacionales de referencialidad cualitativa, como lo hablado o referido históricamente.
El discurso institucional, de la referencia de saberes y validación de los mismos, necesariamente se enmarca en el campo de acción que les da vida, es decir, cierta convención programada por un número de pares, los cuales al adoptar paradigmas que los ayuden a la ubicación o re ubicación del entendimiento, enmarcan, desde las perspectivas adoptadas, un planteamiento limitado de la validación en el ámbito social. Fuera del campo de acción que les da vida, la discursividad se diluye en la contingencia.
En provincia, como se le llama a lo no central de lo no CENTRAL, la actitud institucional se potencia casi exclusivamente de referencias en forma pasiva, aceptando modelos practicados en otros territorios y esperando se adecuen lo mejor posible al contexto local en donde se aplique. En el mejor de los casos se puede ver una integración de la experiencia externa con ciertas pseudocostumbres locales, es decir, la imposición referencial se matiza de condimentos criollos, los cuales no pasan de ser casi un adorno leve en la estructura de formación impuesta.
En Chile, como país latinoamericano es complejísimo hablar de un encuentro identitario, sobre todo en la actualidad en que nos encontramos como punto experimental del neoliberalismo en el continente. Sin embargo, desde ciertos aspectos generales se pueden ver hoy una diferencia constante y progresiva con respecto a décadas atrás en Chile y Latinoamérica. En gran medida, mediados del siglo XX hacia "adelante" las opresiones autoritarias de gobierno permitían esa clara visión del camino social a enfrentar, contra que defenderse. Aquí, las fuerzas de preocupación se concentraban demasiado en el enfrentamiento dual del contrario opresor, es decir, arrancarlo, para el camino a una liberalización. Pero ¿cuál intento de libertad? si en las generaciones posteriores de transiciones al intento democrático, gradualmente se fue perdiendo esa fuerza al no visualizarse un enemigo coartador. Los mecanismos de utilización ideológica y de pertenencia a un lugar de libertad comienzan a tomar una gran fuerza en los 70 y llegar a un casi apogeo a fines de los 90 y nuestros tiempos.
El crítico profundo joven hoy es una dificultad el encontrarlo. Los mecanismos de control (lo que sería el enemigo anterior) hoy son los de seducción, y podemos ver, también hoy una gran cantidad porcentual de jóvenes artistas o estudiantes de arte que no responden social o políticamente al entorno formador que los orienta, es más, se apoyan, muchas veces, en ellos, y quienes salen o se retiran de las instituciones quedan a la deriva discursiva, y alejados o muy dificultados de la validación de su oficio, que es dado por la institución lectural. Si más encima le agregamos una actitud crítica o intento de esta a quién no participa directamente de las lecturas de validación, su marginación tenderá a ser mayor. Cito a Deleuze: "...los dispositivos de poder no actuaban ni por represión ni por ideología. Por tanto, ruptura con una disyuntiva que todo el mundo había más o menos aceptado. En lugar de represión o ideología, conformaba un concepto de normalización, y de disciplinas".
En lo que respecta al sistema "educativo" global la actitud de discurso de muchos trabajadores culturales hoy se da en el intento de la aprobación central que pareciera no tener mucho de diferente con respecto al principio de nominación de lo moderno que menciona Dussel en relación a la conformación de un centro y una periferia desde lo que él llama "El Encubrimiento del Otro". Recordemos que tenemos una herencia de negatividad con respecto al principio de la nominación de moderno que se da alrededor del siglo XVIII y en donde el conquistador (Europa en este caso) establece una dialéctica de la existencia de un otro negativo que sería América, y que se prolongaría hasta hoy en Latinoamérica.
Creo que las relaciones de acercamiento a una reflexión actual pasarían, necesariamente, por un regreso incisivo de lo político en el arte, incluso quizás poniendo en crisis el mismo arte como plantearía Paul Virilio. Las tautologías que venían de lo experimental no extienden el dislocamiento que plantea el mismo autor. En el estudio o aplicación de las artes en si mismas aún, es en donde se puede ver aún lo arcaico de las instituciones donde nosotros mismos estudiamos, sobre todo en la pasividad regional actual.
Tal vez una de las cuestiones que podemos acelerar es la reflexión con respecto a nuestro propio contexto, e interrogarnos acerca de la continuación de los aspectos modernizantes en los discursos, es decir, preguntarnos (desde una visión relacionada con Canclini) por la necesidad de continuar los alcances referenciales de lo que aún no es moderno acá y no tener que cuestionarlo en terreno cuando empecemos a seguir otros paradigmas. Adelantemos los pasos “ideológicos” para no cuestionar algo en un futuro que ya está siendo cuestionado hoy en otras latitudes de las cuales nos nutrimos. Uno de los principios es la pregunta de la necesidad del arte en nuestros días, y de ser así, cual es el papel que ocupa en lo humano, no como tendencia de separarlo de la vida, sino como lo humano en su integridad política.
Las prácticas del arte se dan en contextos de comercialización de las ideas, incluso las respuestas subversivas, también son incorporadas a la gama de la mercantilización, y por ende de la adopción de estas hacia una manipulación de los deseos. Los objetos tradicionales, artes objetuales de factura individual caen en la debilidad de la respuesta deslindada de la actitud crítica que tendría que emplazar un trabajador de arte hoy, si es que aún se le puede llamar así. Las instituciones en las que se encuentran no analizan ni revisan profundamente (a nivel de políticas institucionales) los alcances, deconstrucciones, puestas en crisis para las nuevas experiencias dimensionales de lo arte. Entonces al pasivisarse la exigencia de la búsqueda, los niveles reflexivos son pobres y se adaptan, por lo demás muy lentamente, a modelos referenciales en la espera de ello, cual puerto esperando la llegada de las nuevas mercancías y de las nuevas noticias, las nuevas aplicaciones de nuestra vida al contexto de una unificación global.